Vlady cargaba en sus hombros la historia del siglo XX, atravesado por las revoluciones. El Museo de San Ildefonso ofrece una magna exposición dedicada al pintor, grabador y muralista de origen ruso que decidió ser mexicano. En su obra plástica se acercó al realismo desde la abstracción, con simbolismos y alegorías, para plasmar “su historia signada por la experiencia de la guerra, la persecución política, los exilios, la locura y la muerte”.
Fernando Gálvez, director del centro cultural que resguarda gran parte de su obra artística, afirmó que “fue un permanente disidente”, durante la conferencia de prensa previa a la inauguración este viernes en el recinto ubicado en el Centro Histórico.
En la muestra Vlady: Revolución y disidencia se presentan las preocupaciones ideológicas, filosóficas y éticas que discutió a lo largo del tiempo, “fue muy enfático en hacer ver que nada de estas discusiones tendrían sentido si no fueran acompañadas de la maestría técnica”, apuntó ante la prensa, donde estuvo acompañado por los curadores Claudio Albertani, fundador del Centro Vlady, así como los historiadores Araceli Ramírez y Óscar Molina.
Una zapatista roquera fue retratada en uno de los lienzos para la obras que le encargó la Secretaría de Gobernación en tiempos del priísmo para exaltar el tema de la revolución permanente. La audacia, al mostrar a las mujeres jóvenes en ascenso de lucha, costó que al día siguiente de su develación las cuatro obras fueron descolgadas. Años después, aparecieron en una sala de juntas en el Archivo General de la Nación. Visibles nuevamente en la entrada del archivo de la cárcel de Lecumberri que recibió a los disidentes políticos, ahora en préstamo en San Ildefonso, son un ejemplo del espíritu que caracterizó al artista.
La zapatista, así como el boceto de un retrato del obispo Samuel Ruiz, son parte del encuentro con Vlady, gracias a obras poco conocidas junto con otras de suma relevancia. Se exhiben bocetos preparatorios, acuarelas, grabados y una amplía selección de sus cuadernos personales que comenzó en 1940, los cuales utilizó para dibujar las escenas de su vida cotidiana y reflexionar sobre la política, el sentido del arte, plasmar sus preocupaciones más íntimas y que dan cuenta de su creación simbólica y alegórica.
Vladimir Kibalchich Rusakov (1920-2005) proviene de una estirpe de anarquistas y luchadores sociales, apuntó Araceli Ramírez. En su producción plasma su experiencia y postura sobre las revoluciones, la disidencia y la violencia del poder.
“Esta exposición no es un recuento de la vasta producción. Contiene sus obras más importantes con el acento puesto en el proceso creativo y en la interpretación del contenido histórico, social y personal”. No es retrospectiva ni cronológica, pero sí propone reposicionar al pintor ruso y acercarlo a las nuevas generaciones.
Gálvez explicó que fue impulsor primario del movimiento que se etiquetó con el nombre de la Ruptura, que buscaba nuevas formas en el arte confrontando la estética, el vocabulario y las imágenes del muralismo que se había anquilosado, negando las posibilidades libertarias del arte.
Se han reunido más de 300 obras, desde formatos monumentales hasta preciosas obras maestras en pequeñas obras de papel, pues “es de los dibujantes más interesantes en el siglo XX”, a la par de otros nombres como Francisco Toledo o las mejores épocas de José Luis Cuevas. Destacan algunas obras, como el Tríptico Trotskiano, Xerxes, el cuadríptico que hizo en 1994 para Gobernación, una colección de obras eróticas, sus reinterpretaciones a reconocidas obras como Las Meninas y retratos en acuarela.
Disidente en la disidencia
Como destacó Eduardo Vázquez, director del museo, la magna muestra que cierra el 30 de abril de 2023 se logró gracias al esfuerzo conjunto con la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) a través del Centro Vlady, el Archivo General de la Nación, el Museo León Trotsky, así como la Biblioteca Lerdo de Tejada de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, que custodia en su interior el mural de más de 2 mil metros cuadrados, y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura.
“Vlady fue un disidente, tanto con la versión oficial del muralismo, como con la propia Ruptura. Por lo tanto es un disidente en la disidencia, es un pensamiento y arte crítico en transformación.”
Como subraya el título de la muestra, “Vlady es un hijo del siglo XX de las revoluciones”, hijo de la revolución bolchevique y víctima del proceso de autoritarismo con el estalinismo, le tocó salir de la Europa en llamas por la Segunda Guerra Mundial y el nazismo, fue acogido por el gobierno revolucionario de Lázaro Cárdenas, cruce que lo llevaron a la visión de los movimientos en Latinoamérica hasta el levantamiento zapatista de 1994. “Las revoluciones cruzan la mirada de Vlady, no solamente en el nivel de las ideas y la política, sino en las artes plásticas”.
Dividida en cinco ejes temáticos, explora desde su infancia y juventud, con la muestra de algunos dibujos de su infancia que trajo en su maleta al momento de llegar a México a los 21 años, en una larga travesía migrante desde el Gulag ruso, Bélgica, Martinica, República Dominicana y Cuba.
Los retratos de su madre y su padre, el escritor Víctor Serge, también forman parte del relato personal. Los siguientes módulos son sobre sus pensamientos íntimos, las pasiones muralistas y la forma en que plasmó el poder y la violencia.
Planeada para el centenario natal del artista, que se cumplió en 2020, se retrasó debido a la pandemia. Finalmente encuentra espacio en un diálogo en el Colegio de San Ildefonso acompañada de la celebración por los cien años del inicio del muralismo mexicano, pues Vlady fue un crítico al mismo tiempo que sentía admiración por los maestros que dejaron su obra entre los portales del edificio virreinal. Además de la visita presencial en Justo Sierra 16, en el Centro Histórico, también es posible asistir gracias a la virtualidad en un micrositio en la página del museo.