La discusión en torno al futuro de la ley de la prisión preventiva oficiosa, que tiene lugar en el edificio que alberga a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), ha mostrado a todas luces el remplazo de lo político por el accionar desbocado del odio.
Podríamos decir que hasta lo jurídico ha sido vencido por el embate de la venganza irracional. Lo que corresponde a este ámbito ya ha sido discutido: los ministros, la mayoría, se manifestaron en contra de desaparecer la obligatoriedad de la prisión preventiva oficiosa.
La discusión parecía irracional. El proyecto de ley del ministro Luis María Aguilar pone por delante los derechos del victimario y prácticamente se desentiende de las víctimas. No era creíble que el asunto partiera de la idea de un hombre que imparte justicia, por más que sus antecedentes políticos lo ubiquen en la oposición a la 4T. Sólo el odio da razón de la actitud del ministro.
Tampoco resultaba creíble que el ministro, con toda su experiencia –hay que recordar que él ya presidió la SCJN–, pretendiera inaplicar la Constitución, porque como dice acertadamente la ministra Yasmín Esquivel, eso equivaldría a “invalidarla, o por decir lo menos, a vaciarla de contenido en perjuicio de la supremacía que tiene, o lo que es lo mismo, declarar inconstitucional a la propia Constitución”.
Y ahora, dentro de la Corte, en estos últimos días se ha tratado de presionar a los ministros con la idea de que deben apoyar los convenios internacionales firmados por México, para lo cual la ministra Esquivel respondió: “¿Puede un poder constituido, incluso esta SCJN, dejar de observar y cumplir la Constitución y privilegiar la observancia de un tratado internacional, en contra de la letra expresa en el artículo 133 de la propia Carta Magna? Mi respuesta es contundente: no podemos”.
Las consideraciones de la ministra seguramente las tiene en la cabeza el ministro Aguilar, del mismo modo que las debe de detentar el actual presidente, Arturo Zaldívar, quien apoya el proyecto que presentó Aguilar. Los dos sabían con certeza lo llevado a la discusión, pero se hizo por impulsos que van más allá de lo jurídico; se trata de cuestiones que no se quedan en la discusión de lo justo y legal, hay algo más y tarde o temprano se sabrá de eso, los ministros deben estar muy conscientes.
De pasadita
Y ya que andamos por los rumbos de la Suprema Corte, nos cuentan que sin sorpresa, el fin de semana pasado la ministra Margarita Ríos Farjat se la pasó apapachada por los del color que más le gusta: el azul.
Fue en Querétaro, lugar al que asistió a un foro que organizaron y promovieron los panistas, el diputado Felipe Fernando Felifer Macías, y el gobernador Mauricio Kuri, quienes también se sintieron a gusto con ella y su participación en aquella actividad a todas luces partidista.
Al final del acto, y para que el día fuera redondo, los protagonistas –todos azules–, junto con la ministra Ríos Farjat, se fueron a comer para que nadie dudara de su complacencia. Nadie se sintió sorprendido.