Los Ángeles. Persigue desde hace años personas, historias y paisajes extremos. Y con 80 años Werner Herzog aún no se detiene. “Intento seguir siendo un buen soldado del cine”, afirmó el cineasta en el retrato documental Werner Herzog, Radical Dreamer, que se estrenará a fines de octubre en cines.
“Mi vida tiene un sentido si cuento una historia que sé que está oculta en lo profundo de nosotros”, resumió el realizador. Orgulloso hace referencia a su trabajo incansable. Sostuvo que hizo tres películas en un año y que uno antes, cuando no se podía viajar mucho a causa de la pandemia, rodó una cinta de ficción y escribió dos libros.
Herzog, quien hoy cumple 80 años, estará en torno a su cumpleaños en dos festivales de cine, según comunicó su portavoz a Dpa. Primero en Telluride, en Colorado, Estados Unidos, y luego en Toronto, Canadá. Allí presentará su nuevo documental Theater of Thought sobre la investigación moderna del cerebro.
Sus memorias Jeder für sich und Gott gegen alle (Cada uno por su lado y Dios contra todos), publicadas a fines de agosto, tienen 352 páginas. Pero su historia de vida podría ocupar varios tomos.
De hecho, ofrece material suficiente para la exposición que tiene lugar en la Cinemateca de Berlín con unas 250 piezas, entre ellas, imágenes de archivo, pero también material en video y escritos personales. Werner Herzog es un director de culto, pero también es controvertido, señala la página web del museo.
La revista Time, de Estados Unidos, eligió a Herzog en 2009 una de las cien personas más influyentes del mundo. El mismo año, su documental sobre la Antártida Encuentros en el fin del mundo fue postulado a un Óscar.
Material de gran intensidad
Después de la Antártida, y tras pasar por una cueva en el sur de Francia (La cueva de los sueños olvidados), Herzog se centró en los corredores de la muerte en Estados Unidos, donde los condenados esperan la ejecución de la pena máxima, en el documental para cine Into the Abyss y la producción televisiva On Death Row.
“Es material de una intensidad que nunca tuve en otra película”, señaló Herzog en 2012 a Dpa.
Nacido en Múnich en 1942 con el nombre de Werner Stipetic como hijo de una madre croata y un padre alemán, el artista creció en un pueblo de montaña en la frontera con Austria. Allí había buscado refugio su familia tras los bombardeos sobre su ciudad natal.
Herzog cuenta en el documental Radical Dreamer que su padre desapareció poco después de su nacimiento y recuerda en una visita al pequeño pueblo las condiciones humildes, el hambre constante de los niños, pero también los juegos traviesos con sus hermanos, la naturaleza y la libertad de vivir según “las propias reglas”.
Estudió historia y literatura y aprendió por sí mismo a hacer películas. Con casi 20 años rodó en 1961 su primer corto. En Herakles observó a fisicoculturistas que posaban delante de la cámara. Cuatro años más tarde, en la Berlinale 1968, ganó el Oso de Plata a la mejor ópera prima con Signos de vida.
Con colegas como Wim Wenders, Rainer Werner Fassbinder y Volker Schlöndorff, Herzog marcó el nuevo cine alemán.
Buscó personajes fuertes e historias extremas. Con Klaus Kinski, el excéntrico protagonista de películas como Aguirre, la cólera de Dios y Fitzcarraldo, rodó en los años 70 y 80 en las condiciones más difíciles y peligrosas en la selva sudamericana. Volvió a recurrir al frenético genio actoral en Nosferatu, vampiro de la noche y Woyzeck. En el documental Mi enemigo íntimo, Herzog descargó todo su amor-odio por Kinski.
Con su tercera esposa, la fotógrafa Lena Herzog, el californiano por elección vive desde los años 90 en Los Ángeles. Dice que le gusta estar en un lugar en el que se tiene la sensación de que pasa algo. “Aquí no sólo se habla, sino que se hace”.
Este trotamundos tiene en mente aún un destino muy especial. “Me gustaría volar al espacio”, relata el padre de tres hijos en el documental. “Estoy en favor de investigar el espacio cinematográficamente”. Después de todo, se maneja perfectamente en mundos extremos.