En menos de un mes, el 2 de octubre los poco más de 156 millones de electores brasileños –una vez y media la población de México, más de tres veces la de Argentina –elegirán presidente, gobernadores, Congreso y asambleas regionales.
Los sondeos continúan dando al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva como favorito sobre el mandatario actual, situándose a una distancia de al menos 10 por ciento. Los últimos resultados indican que disminuyó la posibilidad de que Lula se elija en la primera vuelta, pero que tanto Bolasonaro como los otros candidatos no tienen mucho espacio para alzar vuelo. De ahí que se considere la importancia de los debates y entrevistas en los canales abiertos de televisión.
Así, la entrevista de Lula en Globo, eterna adversaria del líder izquierdista, fue considerada hasta por adversarios como un éxito. Con relación a Bolsonaro, tanto en la entrevista como en un debate armado por un pool de medios, su participación correspondió literalmente a lo esperado. Se mostró furioso y descontrolado, atacó a una periodista y a dos senadoras, reiterando su agresividad contra las mujeres en general, mintió compulsivamente, calificó a Lula como corrupto y aseguró que en el actual gobierno la corrupción desapareció o se limita a casos aislados.
Y entonces, en los días siguientes, comenzaron a surgir memorias de hechos pasados y pruebas de la nueva gran farsa.
Memoria: hubo un ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, denunciado por connivencia con madereros ilegales para contrabandear maderas al exterior.
Se comprobaron solicitudes de soborno para la adquisición de vacunas contra el covid-19 (descubierto a tiempo, el esquema fue desarmado, pero por denuncias de la oposición y no por iniciativa del presidente, quien informado por parlamentarios, permaneció omiso, o quizá cómplice).
Autonombrados pastores evangélicos esparcidos por el Ministerio de Educación frente a la omisión cómplice del entonces titular, que decía haberse acercado a ellos por “sugerencia” del presidente, exigían cuotas que iban de la adquisición de miles de ejemplares de la Biblia a donaciones en efectivo para liberar a municipios recursos previstos por ley.
Se constató que el “presupuesto secreto”, creado para distribuir sin ningún control recursos por doquier con tal de lograr respaldo para elegir no sólo a Bolsonaro, sino también a sus aliados, está ahogándose en diversas compras con sobreprecio.
Y hace pocos días salió a la luz otra denuncia que echa por tierra la “honestidad” de Bolsonaro: dos periodistas de la página de Internet UOL, vinculada al diario Folha de San Paulo, luego de una exhaustiva investigación, demostraron que el clan presidencial participó desde 1993 en nada menos que 107 transacciones inmobiliarias.
Participaron en esa intensa avalancha de compra-venta más que dudosa el actual presidente, tres de sus hijos, una ex esposa, un ex cuñado, sus cuatro hermanos y hasta su madre, ya fallecida.
Llama la atención las transacciones en efectivo, o como se dice en Brasil, “dinero vivo”.
Cuando se realizaron los depósitos o las transferencias bancarias se detectó que lo declarado como pago correspondió, invariablemente, a menos de la mitad del verdadero valor de mercado del inmueble.
En Brasil, las transacciones en efectivo que involucran altas sumas son comunes entre narcotraficantes, contrabandistas, defraudadores del fisco y delincuentes en general.
La legislación impone un control rígido sobre los movimientos que superen los 100 mil dólares, se exige comprobar el origen del dinero. A menos, claro, que se den en efectivo: ahí no hay cómo controlar, a menos que los involucrados indiquen de dónde vienen los recursos.
El clan –padre e hijos con la participación de a una de sus ex mujeres y demás familiares– ya era acusado de armar un esquema de “fantasmas” en sus gabinetes de parlamentarios (antes de presidir el país, Bolsonaro fue diputado nacional por tres décadas) y quedarse con hasta 80 por ciento de sus ingresos.
En resumen, fueron movilizados, únicamente en transacciones inmobiliarias, poco menos de 6 millones de dólares en montos actualizados.
En términos de corrupción de un gobierno parece poco, pero para quien gana también en valores actualizados, unos 6 mil dólares al mes –72 mil al año– invertir sólo en inmuebles todo ese dineral es algo difícil de explicar.
Aunque se admita que todos unidos –padre, hijos, ex mujeres, hermanos, abuela– son magos luminosos en el manejo de dinero, suena raro.
Bolsonaro sabe que, al perder la inmunidad que la presidencia le asegura, tendrá que rendir cuentas a la justicia.
Y sabe que, además de todos los crímenes que cometió mientras se sentó en el sillón presidencial, tendrá que explicar su método para multiplicar su dinero.
Sabe que la farsa corre el inmenso riesgo de ser triturada por la verdad.
Y por eso se descontrola más y más a cada hora de cada día.