Bien en las escaleras externas o ya en las banquetas o en algún rinconcito cercano a la estación del Metro Miguel Ángel de Quevedo, la madre del cineasta Gustavo Moheno cayó en el garlito del trilero, esa estafa popular en la que, moviendo con rapidez tres vasitos se apuesta para adivinar dónde quedó la bolita. Pero no sólo ella, sino Ángel Pulido, el coguionista del director, fue víctima de un par de estafas, entre ellas, la clásica del fajo de billetes tirado en la calle que, al acercarse para recogerlo, es jalado por un hilito.
Y es que esos embaucadores populares, tan típicos de callejones, plazas públicas y barriadas de todo el país, resultan unos truhanes nobles que apuestan por la candidez de las personas y por sus habilidades en el embuste, ya sea verbal o de prestidigitación, en lugar de recurrir a la violencia perversa, antihumana y devastadora con la que el crimen organizado ha asolado a la República entera.
“Son cosas que puedes ver en la calle y hasta hay videos en YouTube. La idea era seguir las reglas de las películas del género de estafadores, de las que hay infinidad muy buenas, pero insertar en la trama a un estafador muy mexicano, valga la redundancia, con personajes del populacho mexicano, llamémosle así, y de ahí viene Barry El Sucio, interpretado por Joaquín Cosío, un estafador de poca monta de esos que pululan en el centro de la Ciudad de México y, bueno, también en otras colonias. El personaje tiene rasgos de gente que Ángel y yo hemos conocido, incluso de familiares míos y se los añadimos.
Así surgió el guion de Lecciones para canallas (México, 2022), una comedia negra que nació, sobre todo, desde la ferviente cinefilia de ambos guionistas, sobre todo por el gran cine estadunidense de los años setenta “que para mí es el mejor de todas las épocas”, así como de los embaucadores. Títulos como Taxi Driver (Scorsese, 1976), Apocalipsis ahora (Coppola, 1979), La conversación (Coppola, 1974), El golpe (Roy Hill, 1973), con Paul Newman, Luna de papel (Bodganovich, 1973), con Ryan O’Neil, Juego de emociones (1987), ópera prima de David Mamet o Los timadores (Frears, 1990), entre una larga lista.
Estreno en un muy buen momento
El resultado fue la historia de Jennifer, Jenny (una desenfadada y natural Danae Reynaud), una joven de clase media alta residente en Mérida que, a punto de entrar a la carrera de derecho, pierde a su madre, la abogada Regina (Karina Gidi), durante las vacaciones veraniegas por un infarto. Así, con sus estudios asegurados por una cuenta bancaria y una inseparable maletita coqueta y listada, encuentra a su padre, Barry El Sucio, al que sorprende con la noticia de su mera existencia, pero aún más a la posesiva La Marichula (Diana Bovio), con quienes armará más a la fuerza que por otra razón, una exótica familia-pandilla dedicada al ejercicio de las malas artes fraudulentas.
Lo que seguirá es una vertiginosa espiral de aprendizajes tanto criminales como filiales que acabará por sorprenderlos a todos y revelarles conductas, querencias y éticas impensadas para cada uno.
Luego de tener funciones fuera de competencia en los festivales de Guadalajara, donde ocurrió su estreno, y de Guanajuato, la película, producida por Canallas Films, estrenó en 800 salas de la cartelera mexicana el pasado jueves primero de septiembre con Cinépolis Distribución.
“Se estrena en un muy buen momento para llegar a las salas cinematográficas, pues si la hubiera terminado antes a lo mejor se hubiera ido directo al streaming o hubiera tenido muy poquito público. La verdad cayó en un momento ideal porque se está superando la pandemia y la gente ya ha regresado en masa a las salas y ya ha habido algunos exitazos de Hollywood. Como director siempre sueñas con que tu película se estrene en una pantallota y verla con gente en una sala llena”, piensa el realizador.
El contrastante México
Además del trío, el filme presenta una gran nostalgia por la vieja Ciudad de México y especialmente por su Centro Histórico en vías de inevitable gentrificación: la cantina del Tío Pepe, el Cine Ópera, el Palacio Negro de Lecumberri, el Café Trevi, las viejas casonas del Centro Histórico –representadas en la Pensión Balboa de bermejo letrero de neón–, un paseo por esa ciudad que ya no existe.
“A mí me gusta que siempre haya contrastes y ver el México real tal cual es. Trato de no intervenir mucho las locaciones ni las calles, salirme un poco de los barrios más sofisticados o más fifís, que se usan mucho en las películas mexicanas, pero a mí me gusta esta otra parte de la ciudad que también tiene lo suyo y a lugares a los que le tengo mucho cariño como el Cine Ópera.”