La Segunda Guerra Mundial sacudió tanto a la civilización occidental que fue “demasiado grande para ser dramatizada y convertirse en un cuento de ficción. Los testimonios reales eran más que suficientes”, señaló la reconocida escritora y feminista Vivian Gornick.
La también periodista agregó ayer, durante su conferencia inaugural de la cuarta Feria Internacional del Libro de las Universitarias y los Universitarios, que entonces “empezamos a vivir una época en la que los testimonios personales sonaban cada vez más reales, más poderosos y con consecuencias cada vez más concretas que la ficción. Es aquí donde estamos”.
En la charla “Escrituras en la pospandemia”, Gornick (El Bronx, 1935) declinó hablar sobre feminismo; en cambio, lo hizo de una manera muy profunda sobre su escritura de memoria y de ensayos, mediante el relato de la ruta en la que aprendió lo que se requiere “si deseamos hacer literatura a partir de una historia personal”.
Acompañada por Rosa Beltrán, coordinadora de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México, Gornick recordó que creció “queriendo escribir una novela, pero encontré que no tenía el talento dramático para crear una historia que saliera de mi imaginación más pura y sentir la vida en una página. Como escritora me sentía estancada y me convertí en periodista durante muchos años”.
La autora relató que una amiga le sugirió que la historia que le había contado sobre su madre, su vecina Nettie y ella misma, era una memoria. “Nunca había pensado en escribir una memoria. Cuando lo dijo, se me prendió un foco y pensé: ‘Cierto, eso sí lo podía hacer’”, lo que se convirtió en su célebre Apegos feroces.
“Descubrí que mucha gente escribía memorias. Éramos parte de un movimiento feminista triplemente liberador: para gays, negros y mujeres en los años 70 y 80, y todos iban alrededor de testimonios personales. En estos grupos le decíamos al mundo: ‘nosotros no somos como nos han descrito. No les vamos a decir lo que se siente ser nosotros’.”
Puntualizó: “Llevo escribiendo narrativa personal desde que escribí Apegos feroces; esto ya tiene 30 años, y pensé mucho en lo que se necesita para hacer literatura a partir de una historia personal”. De esa reflexión surgió La situación en la historia: El arte de la narrativa personal, texto del que leyó un fragmento el cual describe “exactamente qué se necesita para escribir una memoria”.
Vivian Gornick mencionó que “crear una persona desde nuestros yo no disfrazados es bastante desafiante. Se inventan personajes o voces que funcionan como sustitutos del autor. Es aquí donde se pone todo lo que el autor no puede decir directamente, con defensas, deseos antisociales, pero sobre todo para alcanzar una realidad propia.
“La persona en una narrativa de no ficción no es sustituta. Los narradores son ellos mismos. No son inventados. El otro se identifica abiertamente con dichas declaraciones. Este narrador tiene la tarea monumental de transformar el bajo interés en una empatía requerida para una obra literaria que pueda ser interesante para el lector.”
En torno a Apegos feroces, apuntó que al escribirla se basó en la idea de que su madre y su vecina Nettie “me habían convertido en una mujer. Las dos habían encontrado la desesperación. Una se había dedicado totalmente a la adulación del amor perdido; otra se había convertido en la puta de Babilonia. El hombre era lo más importante en la vida de una mujer.
“Yo odiaba este aprendizaje y decidí salirme de ese contexto. Sin embargo, conforme pasó el tiempo me di cuenta de que no me podía desprender de nada de esto. No me podía separar de mi madre. Encontré que su autodramatización era un sustituto de la acción, un pedazo de lo no resuelto que gritaba en mí y en ella. Me decía que no podía dejar a mi madre porque yo me había convertido en mi madre. Esta es la historia que quería contar sin cinismo y sin sentimentalismo.”