El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, parece haber recobrado el timón de la política a poco más de dos meses de las elecciones intermedias de 2022. En su reciente sondeo, la encuestadora Gallup dio a conocer que, en el último mes, el porcentaje de estadunidenses que aprueba la labor realizada por el mandatario alcanzó 44 por ciento, frente a su punto más bajo, (38 por ciento) registrado el 22 de julio. Ese incremento de 6 puntos es la primera cifra positiva desde que asumió en el cargo, en enero de 2021.
El fin de la tendencia negativa parece obedecer a una serie de triunfos políticos en las últimas semanas. La eliminación del líder de Al Qaeda, Ayman al-Zawahri, le ha permitido silenciar las críticas que, desde la caótica salida de Afganistán, han cuestionado su política exterior.
La aprobación de la Ley de Reducción de la Inflación –un ambicioso paquete económico con medidas en materia salud y particularmente la legislación de combate al cambio climático–, a la que se suma una ligera caída en la tasa de inflación, además de cifras positivas en materia de empleo, han alejado momentáneamente los fantasmas de la crisis económica. Adicionalmente, aunque polémico, el reciente anuncio del plan para perdonar la deuda estudiantil, que incluye exonerar 10 mil dólares a quienes ganan menos de 125 mil anuales y extender el congelamiento de pagos por última vez hasta fin de este año, promete mejorar aún más las cifras de aceptación a su administración, especialmente entre las minorías raciales y desposeídas.
De acuerdo con el estudio, Biden ha encontrado en los electores independientes –los que no se autodefinen como demócratas o republicanos– un aliado importante, incrementando su aceptación 9 por ciento entre el sector menos polarizado de la población. El reciente avance de Biden, sin embargo, se da en un contexto dominado por una crisis en el interior de un Partido Republicano, cuyo futuro se debate entre una complicada reconversión o continuar en el camino trazado por Donald Trump. Las investigaciones sobre posibles conductas inapropiadas del ex presidente Trump y sus colaboradores cercanos se han vuelto más serias, tal como lo confirma el registro a su residencia en Mar a Lago, en la cual se hallaron cerca de 300 documentos clasificados vinculados con asuntos de “seguridad nacional”.
A pesar de su derrota en 2020 y el asedio por parte de las instituciones de justicia, Trump parece conservar una influencia considerable en el Partido Republicano. Como se confirmó a principios de mes, los candidatos impulsados por el ex mandatario ganaron las primarias republicanas en Arizona, estado en el que Joe Biden obtuvo la victoria en las presidenciales de 2020. Del mismo modo, Liz Cheney, férrea crítica de Trump que incluso votó a favor de su proceso de destitución, recibió una contundente derrota en Wyoming.
A pesar de haber recuperado terreno, Joe Biden enfrenta una situación muy complicada en los próximos comicios, especialmente si se consideran las posibles condiciones económicas. Jerome Powell, titular de la Reserva Federal, declaró durante el Jackson Hole el pasado viernes que la labor de reserva federal no ha culminado y confirmó su compromiso “incondicional” para reducir la inflación, lo cual, sobra decir, puede complicar el futuro político del actual presidente.
Como lo prueba Ron de Santis, gobernador de Florida republicano extremista y favorito para suceder al magnate de los bienes raíces como líder del partido, las políticas populistas reinauguradas por Trump no terminarán con su probable exclusión de la política de comprobársele delitos judiciales que lo saquen de la contienda. Diversas encuestas señalan que las votaciones intermedias –en las que están en juego 435 asientos en la Cámara de Representantes, 35 de los 100 asientos del Senado y 36 de 50 gubernaturas– están muy cerradas o incluso en empate técnico.
Al respecto, cabe considerar que el flanco más débil de administración Biden está en temas que directa o indirectamente atañen a México. De acuerdo con Gallup, sólo de 31 a 39 por ciento de estadunidenses aprueba la forma en que Biden está manejando las relaciones con Rusia; la inmigración; las políticas de armas y de aborto, así como la economía, en la calificación más baja.
Con excepción del aborto, los otros temas forman parte de agenda bilateral con México. Si bien, históricamente, las relaciones exteriores de Estados Unidos se han conducido bajo los parámetros de Estado, no de gobierno. El caso de los temas con Irán, Rusia, la OTAN o incluso el reciente cambio en la política migratoria “quédate en México” nos indican que las relaciones con el exterior parecen depender cada vez más de quien ocupe la Casa Blanca.
La próxima visita a México, del secretario de Estado Anthony Bliken el próximo 11-12 de septiembre, fecha en que se conmemora el inicio de la Batalla de Chapultepec, ocurre en una coyuntura electoral que obliga a Biden a buscar victorias que le permitan obtener ventajas frente a sus rivales políticos. En consecuencia, debemos buscar la mesura, coadyuvar a la construcción de una política de Estado respecto de nuestro país que beneficie a los mexicanos y no dar espacio a convertirnos en rehenes de la coyuntura electoral de los estadunidenses.