Santiago. Con las brasas aún ardientes del arresto y prisión preventiva del dirigente rebelde mapuche Héctor Llaitul Carrillanca, Chile se adentra en la última semana previa al plebiscito constitucional del domingo 4 de septiembre, con las fuerzas del “apruebo” y del “rechazo”, intentando capitalizar aquel hecho. La detención del líder de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), tal vez la menos radical de las organizaciones rupturistas, es también la expresión más reciente del fracaso del presidente Gabriel Boric en persuadir al mundo indígena a establecer una mesa de diálogo, pese a sus permanentes llamados y a reconocer que desde el Estado hubo un despojo histórico que merece reparación.
En conversación con La Jornada, el historiador de ascendencia mapuche Fernando Pairicán, analiza sus implicaciones.
“Uno nunca comparte la detención de los dirigentes del movimiento mapuche, independientemente de que tenga simpatía o no, porque ha sido una constante que sólo ha radicalizado el contexto político en el cual se ha situado el pueblo mapuche bajo el Estado colonial chileno. En ese ámbito no se puede aventurar cuáles van a ser las consecuencias de aquello. Llaitul, como figura de parte del movimiento político autonomista ha vivido la experiencia de la prisión, esto no es nuevo, es parte de una política que se ha generado sobre esa organización. El contexto distinto es que la CAM no comparte el momento democrático que vive Chile, que es el debate de una nueva Constitución y un plebiscito de salida en el cual participa un sector importante del movimiento mapuche”.
–¿La prisión del líder de la CAM puede generar unidad con otras organizaciones rupturistas?
–El llamado a la unidad se planteó en 2021, en el funeral de Pablo Marchant (combatiente de la CAM que murió en un enfrentamiento con la policía de carabineros) donde participaron líderes de orgánicas mapuches que están por la salida política del control territorial y la vía rupturista de la autonomía, pero siguen actuando individualmente. No veo antecedentes de que vaya a suceder, pero es una instancia posible porque el escenario está abierto.
–La detención y el plebiscito, ¿cuál estima es la conexión entre estos hechos?
–Llaitul siempre se mostró bien crítico hacia el proceso constituyente y al gobierno de Boric y a los escaños reservados mapuches los maltrató con un discurso bastante violento diciendo que representan un indigenismo trasnochado y parte del círculo del colonialismo. En ese sentido, el escenario no se modifica con su detención, nunca estuvo de acuerdo con el proceso constituyente ni menos con el trabajo que hicieron las y los constituyentes mapuche.
La CAM conoce los escenarios adversos
–¿La CAM puede radicalizarse o intentar operaciones a mayor escala?
–La CAM siempre hizo convivir la clandestinidad con sus espacios públicos, es una organización que tiene experiencia en etapas de coerción, esta sería una tercera etapa de clandestinidad, ha vivido la prisión política y la aplicación de leyes de excepción; o sea, tiene una experiencia política para revertir este escenario adverso.
–¿El diálogo entre gobierno y organizaciones mapuche está clausurado?
–No lo creo, siempre hay instancias de diálogo (las organizaciones rupturistas) son una expresión del movimiento pero no de su conjunto, otra expresión está en el proceso constituyente que ha demostrado capacidad de diálogo y de conducción para generar una Constitución de derechos en el contexto de los estatutos internacionales indígenas. La CAM es una voz dentro del pueblo mapuche que con 20 años de historia tiene una validez, pero no son representantes de cien por ciento de la población mapuche; y ningún movimiento mapuche representa la totalidad de su pueblo, hay una diversidad que se canaliza a través de distintas expresiones políticas y de otras instancias.
–¿Por qué no se produce la instalación de ese diálogo, qué lo bloquea?
–Hay falta de comprensión del gobierno sobre el contexto del movimiento mapuche y sus dirigencias, actúa de manera apurada, precipitada, no logra una instancia profunda. Y también la intransigencia en este caso de la CAM. Pero también está la existencia de presos políticos mapuches y eso también dinamita confianzas. El gobierno debe dialogar con los prisioneros políticos mapuche, debe avanzar sobre los legítimos derechos que los pueblos originarios poseen. Ahí hay un debate que la izquierda no ha logrado superar, si realmente va a defender la plurinacionalidad o los derechos colectivos o van a ceder frente a la campaña del rechazo.
–¿El resultado del plebiscito será determinante?
–En parte, porque la decisión de un sector mapuche de participar en el proceso constituyente muestra la capacidad de tender puentes, pero si gana el rechazo el pueblo mapuche no pierde mucho más de lo que tiene. En cualquiera de las dos condiciones, el pueblo mapuche va seguir luchando en conquistar derechos fundamentales.
–¿Una victoria del rechazo radicalizaría a los pueblos indígenas?
–Es probable, porque dinamita la confianza sobre los espacios institucionales. Es un momento histórico que se pierde Chile, no el pueblo mapuche.
–Tras el plebiscito se prevé un importante ajuste ministerial. ¿Debería el presidente incluir a personas que viabilicen un diálogo de paz?
–Creo que sí. Hay una fecha que se aproxima, en 2025 se van a conmemorar 200 años del Tratado de Tapihue (en enero de 1825, el gobierno del naciente Chile independiente y el cacique principal Juan Mariluán suscribieron el primero de varios acuerdos de paz entre la república y los mapuche), sería un buen momento para reflexionar sobre las relaciones interculturales, reconocer el Parlamento como forma de diálogo y avanzar en reconocer los derechos colectivos de los pueblos originarios.
“Un cambio de gabinete puede dar un espacio y oportunidad para que se incorporen personas que tengan una reflexión mayor sobre los derechos indígenas que no necesariamente lo veo en el gobierno en su plan que llaman ‘del buen vivir’, que es de continuidad de los gobiernos anteriores”.