En un estadio Azteca semivacío pero volcánico, Cruz Azul alivió su tristeza con un triunfo de agonía en la fecha 11 sobre el Querétaro (2-1), último lugar de la Liga Mx, después de cuatro derrotas consecutivas. Paradójicamente, no hubo festejos ni gritos de algarabía; el sonido de la victoria fue más bien un recital de advertencias y reclamos de la afición celeste, que pidió a sus jugadores hacer maletas sin importar el resultado.
Aunque la directiva dispuso hacer una promoción de dos entradas por una para evitar la soledad de las gradas, sobraron miles en taquillas. Los revendedores, tan acostumbrados a hacer negocio en las horas previas, se mostraron menos sonrientes que otras tardes. “¿Ya tienes algo?”, preguntaba uno por radio, mirando de reojo la avenida, mientras cientos de boletos eran barajados como naipes. La respuesta por lo regular fue negativa.
El estacionamiento, por otro lado, pareció más un circuito gigante de Go Karts que un lugar abierto para el público. Circularon por ahí apenas una cuarta parte de los coches que se vieron contra el América el pasado fin de semana.
En el campo, La Máquina fue un equipo con pocos signos vitales. Los más de cuatro mil aficionados que acompañaron su andar, sabedores de su pobre nivel de desempeño, protestaron de nuevo con cánticos desafiantes. “¡Jugadores, jugadores, hagan las maletas ya, Cruz Azul les queda grande, miren qué vergüenza dan!”, retumbó en la cabecera norte al compás de los tambores de la barra Sangre Azul.
De saco y camisa negra, el técnico Raúl Gutiérrez dirigió su primer encuentro como interino, pero no se salvó de las rechiflas. Especialmente, tras haber salido a respaldar a Julio César Domínguez y Rafael Baca, dos de los elementos más cuestionados por sus seguidores, en la presentación con la prensa.
El gol de cabeza de Rodolfo Rotondi, asistido por un centro de Gonzalo Carneiro, liberó a los locales de la presión del inicio (33’); no obstante, las manifestaciones siguieron. Al 35, los integrantes de la Sangre Azul guardaron silencio durante cinco minutos para hacer sentir más solos a los jugadores, y luego, al 75’, cantaron de espaldas hacia la cancha.
Ajenos a la ruptura celeste, los Gallos, que vendieron cara la derrota, desperdiciaron un par de ocasiones para lograr el empate. Poco importó que José de Jesús Corona estuviera en la portería en lugar de Sebastián Jurado, porque el experimentado arquero tuvo descuidos que pudieron emparejar los cartones.
Para colmo, el chileno Iván Morales, quien entró de cambio en la segunda parte, se fue expulsado a los 10 minutos por una violenta entrada en el medio campo. Con un solo delantero, el Potro Gutiérrez movió el tablero, pero vivió con rabia el 1-1 de Clifford Aboagye (77’), que pareció devolverlo a la realidad de bofetada.
Justo cuando el clima apremiaba, Christian Tabó tomó la pelota, acomodó un pase de Erik Lira y mandó un globito por encima del guardameta Washington Aguerre para celebrar la victoria con sus compañeros de banca (83).
A su vez, atascados en un cuello de botella sin emociones, Tigres no supo darle forma al encuentro ante Necaxa en el estadio Universitario, donde terminaron sin goles.
La ausencia de Sebastián Córdova se notó en el marcador y en la oportunidad que desperdiciaron de hacerse con la cima del torneo; así como en la soledad, con la que André Pierre Gignac buscó el balón en el área de Rayos.
Guido Pizarro tampoco pudo resolver, tuvo una irrepetible cuando se barrió un segundo tarde y dejó escapar la más valiosa ante el arco. Tras el empate, los universitarios llegaron a 21 y Necaxa a 14.