Crece la lista de la ignominia y la impunidad en México, al tiempo que se multiplican los antimonumentos que exigen verdad, memoria y justicia. Como es sabido, por avenida Reforma hasta llegar al Zócalo capitalino se hallan dispersas piezas escultóricas que rompen el concreto para exigir, aquí y ahora, no repetición y castigo a los responsables de masacres, ocultamientos y desapariciones.
Esta semana se sumó una instalación más: se trata de 49 cruces blancas que representan la vida de cada uno de los niños y niñas que fallecieron en la guardería ABC, en Hermosillo, Sonora, en un incendio que pudo evitarse.
El lugar elegido fue la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), donde, desde ahora, cada que entre o salga un magistrado se topará con una estructura de metal llena de cruces, mediante la cual las familias de los 49 exigen al máximo órgano de justicia en México que “cumpla su compromiso” de sancionar a los responsables.
En sólo una semana los recordatorios de la violencia y la impunidad tuvieron varios escenarios: el viernes 26, los padres y las madres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa reaparecieron luego del informe de la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia, y su mensaje fue claro: mientras no sepan el paradero de sus hijos, ellos seguirán buscando. “La oscuridad continúa”, dijeron, a un mes de que se cumplan ocho años de la desaparición. El antimonumento +43 fue el primero en erigirse en avenida Reforma, y seguirá ahí por ellos y por los más de 100 mil desaparecidos que tomaron, a su vez, la ex glorieta de la Palma para convertirla en la Glorieta de los y las Desaparecidas.
Estos días también fueron de luto para la prensa nacional con el asesinato del periodista Fredid Román Román, en Chilpancingo, Guerrero; este año, aún sin terminar, se ha convertido en el más mortífero de la historia para la prensa, pues se han registrado al menos 14 asesinatos de comunicadores. Por eso, el jueves pasado decenas de periodistas protestaron y “clausuraron” simbólicamente la Fiscalía General de la República exigiendo que cesen las muertes de sus colegas. Falta, a todas luces, un antimonumento que grite: “no se mata la verdad matando periodistas”.