“Doy gracias a la vida, como dijo Violeta Parra, por haberme permitido ver la luz de mis obras, exponer mi experiencia, mi expresión artística y musical; por haberme enseñado a sufrir hasta las lágrimas, a la vez que tener sonrisas”, afirmó el compositor Arturo Márquez (Álamos, 1950) al recibir la presea Gran Maestro, la mayor distinción otorgada por la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM).
El reconocimiento fue entregado la noche del miércoles en el Centro Cultural Roberto Cantoral, en el contexto del tributo Éxito SACM 2022.
Para Márquez, el acto era el “mejor momento” para dar una larga lista de agradecimientos a personas e instituciones como el Conservatorio Nacional de Música, “por haberme formado, aunque también por haberme reprobado en piano”, motivo por el que en 1966 llegó a las instalaciones de la SACM, su “casa”, para “empezar a formarme como compositor en talleres con Héctor Quintanar, Joaquín Gutiérrez Heras, y después con Federico Ibarra y Manuel Enríquez”.
El galardonado también agradeció a su piano, El Negro, como lo llama, que, gracias a la emoción producida, “empecé a componer Danzón no. 2 a finales de 1993”, obra mundialmente conocida e interpretada.
También agradeció al mismo danzón y a la fiesta ritual de los bailes de salón. En el mundo del compositor convergen tanto la música de concierto como la popular.
Márquez recibió el galardón de manos de Alejandra Frausto, secretaria de Cultura federal, quien dijo que su obra Alas (a Malala), compuesta en 2013, es “el himno de los semilleros creativos de música del país”. Fandango, escrita durante la pandemia de covid-19, “nos devolvió el gesto y la sonrisa”. Frausto recordó que el próximo octubre, en el aniversario 50 del Festival Internacional Cervantino, Fandango llegará a México con la dirección de Gustavo Dudamel.
Labor incansable
Martín Urieta, presidente del Consejo Directivo de la SACM, dio a Márquez, “en nombre de todos los compositores de México, las infinitas gracias por haber puesto siempre en alto el nombre de México al ejecutar tu obra las más grandes orquestas”. También destacó su labor “incansable” como miembro del consejo directivo.
Márquez, señaló Urieta, es actualmente vicepresidente de la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores, organismo internacional que se encarga de vigilar la administración de todas las sociedades autorales del mundo. Luego, el Concurso de Composición Arturo Márquez “alienta a los nuevos compositores a seguir escribiendo música de concierto”.
El galardonado tiene “el don maravilloso de mezclar la música clásica con la popular, una tarea difícil. “Arturo, con tu música traspusiste el horizonte azul que da paso a los inmortales”, aseguró Urieta.
La ceremonia consistió en la interpretación de Danzón no. 2 y Alas (a Malala), con la Orquesta Sinfónica de Bellas Artes, bajo la dirección de Eduardo García Barrios. Lucina Jiménez, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, estuvo presente en el acto.
Alas (a Malala), con letra de Lily Márquez, hija del compositor, dedicada a Malala Yousafzai, premio Nobel de la Paz 2014, fue un encargo de García Barrios a su amigo. El director de orquesta lo dedicó, a su vez, al “eterno niño músico que llevas dentro, Arturo”.
La interpretación contó con un coro integrado por más de un centenar de niños y adolescentes. Detrás de la orquesta, de repente bajó la tela utilizada como pantalla, y aparecieron en lo alto varias filas de jóvenes cantantes de los coros comunitarios Sonemos, de Cuernavaca, Morelos; Voces Tlanetzin, de Zacatelco, Tlaxcala; En Movimiento Niños Cantores del Faro de Oriente, de Iztapalapa; el coro comunitario Polifónico Infantil y Juvenil Oralia Domínguez, del Barrio de San Sebastián, San Luis Potosí, y el coro sinfónico del Sistema Nacional de Fomento Musical.
En entrevista, antes de la ceremonia, Márquez dijo que siempre tiene proyectos en curso. Además, “estuve bastante activo durante el encierro por la pandemia. La vida sigue y nos ha permitido continuar en este mundo de la creación musical”. Compartió que escribe, “en principio, para emocionarme, y después para que las personas que me escuchan se emocionen con la música que hago”.