Irónico, confiado y desafiante con sus adversarios, cuando le restan dos años de gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador deslizó ayer: “Ni siquiera tengo que tocar madera, está muy difícil de que la gente quiera que regrese el régimen de corrupción, injusticias y privilegios, por más dinero que utilicen, por más campañas negras, por más control de los medios de información”. En su visión, los aspirantes a sucederlo le aseguran al país “cambio con continuidad” de la transformación del país.
En la conferencia mañanera del martes confió en que, después de su derrota electoral en 2012, consideró renunciar a una nueva candidatura presidencial. Pero desistió porque consideraba necesario mantener su movimiento y evitar que el sector conservador celebrara su retiro. “Sin sentirme insustituible, las circunstancias me habían colocado en un lugar en el que actuaba como dirigente de un movimiento y que a lo mejor no iba a ser fácil el relevo”.
Seguro de lo alcanzado en su gestión, López Obrador aseveró que ahora será diferente. “Esa preocupación de antes no existe”, expresó, porque hay compañeros con el perfil para continuar el proceso de transformación. “Va a haber continuidad con cambio”. Reivindicó los logros en su gobierno, entre ellos la reducción de la brecha de desigualdad social: en 2018 los más ricos ganaban 18 veces lo que ganaban los más pobres y ahora esa proporción se redujo a 16 veces, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
El origen de las corcholatas
El Presidente descartó que su definición de corcholatas para quienes buscan sucederlo tenga el carácter despectivo que pretende darle la oposición. Hizo un largo recuento histórico de los tiempos del tapadismo priísta para recalar en la sucesión de Luis Echeverría.
Narró cuando, hacia 1975, el entonces secretario de Recursos Hidráulicos, Leandro Rovirosa Wade, rompió la costumbre del silencio y osó anunciar que había seis potenciales sucesores, entre los cuales citó al secretario de Hacienda, José López Portillo, a la postre candidato oficial y presidente.
El desplante de Rovirosa generó polémica y críticas en el priísmo, evocó López Obrador y siguió con la anécdota. Días más tarde de aquella declaración, durante una recepción oficial a invitados extranjeros, López Portillo conversaba con el vicepresidente primero de Cuba, Raúl Castro. El secretario de Hacienda presentó a su colega de gabinete con el visitante, quien repuso: “Ah, el destapador”…
Rovirosa reaccionó de inmediato, señalando a López Portillo: “Sí, y esta es mi corcholata favorita”…
“Y le atinó”, recordó ayer López Obrador, pero subrayó que esas prácticas ya no existen. “Yo no voy a decir: ‘Esta es mi corcholata favorita’. Será a través de una encuesta, mecanismo estatutario en el partido Morena, como se designe al candidato presidencial.
“Y yo, cuando se conozcan los resultados, voy a apoyar al que gane la encuesta. Al que triunfe, sea quien sea, porque voy a respetar la voluntad de la gente y no hay favoritos. No es buena noticia para nuestros adversarios, que algunos a lo mejor están pensando o se están frotando las manos, dicen: ‘Ya se va a terminar el gobierno, ya nada más dos años’”.
Por otro lado, el mandatario lamentó que el gobierno del presidente Joe Biden no haya dado respuesta a su solicitud de cancelar el financiamiento a Mexicanos contra la Corrupción: “Hay prácticas políticas que consideramos inapropiadas, pensamos que son actos intervencionistas. Ningún gobierno tiene el derecho de intervenir en asuntos de otras naciones”.