Tengo ganas de compartir este soneto de uno de mis alumnos (o talleristas), Gabriel Reyes. Va:
Cuarto para las nueve de la noche, / destapo mi cerveza, tomo un trago; / observo la hoja en blanco, mas divago… / Bajo las escaleras, meto el coche. // De regreso a la compu oigo un reproche / que me dice “ay, Gabriel, eres un briago”. / Mi estómago se vuelve mi estomago / y de viva ansiedad soy un derroche. // Encendido el cigarro, más cerveza. / ¿Puedo escribir los versos del terceto / sin encontrar en ellos la certeza? // No soy más que un profundo analfabeto / que pretende entregarse con nobleza / a los hondos saberes del soneto.
Gabriel es más músico que poeta, y quizá más maestro (de primaria, buen maestro, conste) que artista, no lo sé, pero sé, o creo saber, que escribe bien y canta bien (muy bien) debido a que no es engreído, a que lo que hace lo hace porque le gusta, se da el gusto de hacerlo y nada más. Y, como diría un buen amigo mío, tantán.
Perdonen que cambie de tema así como así (en verdad no cambio de tema, sigo en el tema, pero a mi modo). Hace días que traigo conmigo unos versos que creo son de Cuco Sánchez, compositor de al menos dos canciones (no la que citaré) ejemplares: Fallaste, corazón y Arrieros somos. “Por los verdes cafetales, / más allá de aquel potrero…” Si eso no es poesía, yo no sé qué lo sea. Qué oído, digo yo.
Lo que sigue no es tan bueno, aunque malo no es. Pero yo me quedo con la musicalidad de esos dos versos. “Hay quien dice que de noche / se aparece el huapanguero”. Algo, o muy, efectista, cierto. Y menos musical que los dos primeros versos, que eso son, versos, respetabilísimos. No versos de poeta, versos de compositor, de músico, pero cuántos poetas (exagero, sí, perdóneseme eso) no quisieran tener ese oído para el lenguaje. Poeta es aquel que oye, que sabe oír, la sabiduría de la musicalidad del lenguaje. Oye el saber, porque el saber se hace oír, si también (espero que sí) me perdonan este atrevimiento.
En fin, les hablaba de Gabriel y luego les hablé de Cuco Sánchez (tengo un primo, Camilo, que canta igualito o mejor que él). Soy más amigo, perdóneseme otra vez, de los músicos que de los poetas. Los músicos saben oír, saben escuchar. No están, contrario a los poetas, interesados en decir (o eso pienso yo). Están encantados con lo que les canta, no con sus palabras. Gracias por leer.