En esta segunda parte continuamos compartiendo revelaciones notables del extraordinario libro de Peter Phillips Megacapitalistas: la élite que domina el dinero y el mundo (2019) (https://bit.ly/3BL70KK). Uno de los mayores aportes del libro ha sido haber develado la punta de la pirámide de la riqueza global, es decir, los que se ubican como la élite de élites del poder económico. Ya un estudio publicado en 2011 por la Universidad de Zurich, realizado por Stefania Vitali y colaboradores, denunció el enorme poder que ejerce un grupo reducido de compañías, básicamente bancos e instituciones financieras, sobre la economía global. Phillips identifica y describe 17 conglomerados financieros globales con capitales de más de un billón de dólares, que gestionan de forma colectiva 41.1 billones de dólares en “una red global en que ellos mismos invierten capitales entrelazados en todo el planeta”. Esta élite induce políticas que promuevan sus intereses en lo relativo a la gestión y la protección del capital global y a la ejecución de recaudación de deudas por todo el mundo, y lo hacen en foros privados, como el Foro Económico Mundial, la Comisión Trilateral, el Grupo de los Treinta, el Consejo Atlántico o el Grupo Bilderberg, y en instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el G20 y el Banco de Pagos Internacionales. Además, los directivos tienen papel activo en gobiernos y grupos políticos globales: asesores del FMI, la Organización Mundial del Comercio, el Banco de Pagos Internacionales, la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal, el G7 y el G20.
La relación del poder económico con los estados es cada vez más de sumisión de éstos, más aún cuando en la fase neoliberal los políticos buscan convertirse en empresarios y viceversa. Los funcionarios gubernamentales ya sobornados, simplemente reciben órdenes. Cuando acuerdan pagar a funcionarios gubernamentales, realizar actividades para debilitar a organizaciones de trabajadores, manipular el precio de productos básicos o utilizar información privilegiada, en realidad están realizando tareas conspiratorias.
Como dijo un miembro de la élite global citado por Phillips, al final los políticos son como los “pilotos de nuestro propio avión”.
De vital importancia es la inversión de la élite “en los medios de comunicación corporativos y el creciente uso de las compañías de propaganda y relaciones públicas en los sistemas informativos del planeta. Las seis principales organizaciones mediáticas mundiales ofrecen una continua justificación ideológica al capitalismo corporativo y reducen o censuran la información que cuestiona la concentración existente de riqueza y la creciente desigualdad”. Los medios están controlados por ideólogos del poder global. Su principal meta es promover la venta de productos y difundir propaganda favorable al capitalismo mediante el control sicológico de deseos, emociones, creencias, miedos y valores. Lo hacen manipulando los sentimientos y los conocimientos de los seres humanos en todo el mundo y fomentando entretenimiento para distraernos de la desigualdad mundial.
La élite del poder está constantemente preocupada ante la posibilidad de que las masas explotadas y rebeldes se levanten. Como consecuencia de estas inseguridades de clase, sus integrantes se han esforzado por proteger su riqueza. La protección del capital global es la razón principal por la cual los países de la OTAN representan actualmente 85 por ciento del gasto mundial en defensa. Sólo Estados Unidos posee más de 800 bases militares en 70 países, mientras Reino Unido, Francia y Rusia cuentan con cerca de 30 bases en el extranjero. Actualmente las fuerzas armadas de Estados Unidos están desplegadas en 70 por ciento de los países. Este poder militar global dispone de armas cada vez más sofisticadas, producto de años de investigación científica desarrollada por cientos de miles de ingenieros e investigadores.
En resumen, como humanidad estamos ante una descomunal máquina infernal cuyo poderío parece imbatible. El mundo se ha convertido en un único mercado, que busca mercantilizar las relaciones sociales y las relaciones con la naturaleza. Ante esto, las tesis y consignas pregonadas por las ideologías de la emancipación, muchas enclavadas en épicas del siglo XIX, parecen ingenuos llamados incapaces de modificar mínimamente la situación actual. Como hemos señalado repetidamente, hoy es necesario repensar métodos y estrategias de liberación y emancipación social y ambiental. No en balde el pensamiento de vanguardia ha formulado nuevos conceptos y paradigmas como los de sustentabilidad, descrecimiento, posmodernidad, resiliencia, poder local, poder social, buen vivir, que conforman nuevas plataformas para la acción. Porque además, la crisis ecológica, con la crisis global del clima, indica que estamos prsenciando una batalla crucial entre supervivencia y colapso.