Tal parece que el petróleo define nuestra nacionalidad. El mexicano promedio piensa que los hidrocarburos son una de las grandes riquezas del país y que, por lo tanto, hay que defenderlos hasta la muerte.
Sin embargo, desde el primer centenario de la consumación de la Independencia en 1921, casi dos décadas antes de la expropiación petrolera, Ramón López Velarde nos previene del peligro de creer que los hidrocarburos nos sacarán de la pobreza. Después de definir la Suave patria como impecable y diamantina, señala que “El niño Dios escrituró un establo y los veneros del petróleo el diablo”. Ese mismo año murió el último poeta modernista, pero su pensamiento se mantiene vivo hasta nuestros días.
Los hidrocarburos fueron el motor de desarrollo a lo largo del siglo XX y prácticamente el único producto de exportación hasta que nos incorporamos al GATT y al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, cuando diversificamos nuestras exportaciones.
Ahora, el papel del petróleo como motor de desarrollo es un mito. México ya no es un gran exportador de hidrocarburos y nuestra balanza comercial es deficitaria en esta materia; es decir, importamos más gasolina, gas, derivados y productos petroquímicos de los que exportamos.
Durante 2021, de acuerdo con el sistema de información económica de Banxico, exportamos productos petroleros por 29 mil 217 millones de dólares, pero importamos 53 mil 851 millones de dólares, lo que genera un déficit de 24 mil 635 millones de dólares en la balanza de productos petroleros. Además, los subsidios a las gasolinas en nuestro país entre enero y junio de este año para controlar la inflación, fueron más altos que las exportaciones de hidrocarburos, es decir, tenemos grandes pérdidas económicas por esta estrategia antinflacionaria.
Debido a esta pérdida de recursos y a las presiones inflacionarias que genera el aumento de los costos de los hidrocarburos, a México le conviene que los precios internacionales del petróleo bajen, ya que de esta manera dejaremos de pagar miles de millones de dólares al extranjero.
México ya no es una potencia en materia petrolera, sino un país dependiente. Aún con las grandes inversiones que ahora se realizan en Pemex, nuestro déficit no desaparecerá en décadas, por lo que tiene razón López Velarde: el diablo fue quien nos escrituró los veneros del petróleo.