Un nuevo libro es dedicado a un poema fundamental del siglo XX en lengua portuguesa, “Tabaquería”, de Fernando Pessoa, el hombre que era “humo, sombra, nada”. Marco Antonio Campos, autor de la traducción y del prólogo, comenta que “vale la pena ante todo porque es una pieza redonda, perfecta, de una emoción muy particular y honda, con tristeza cargada de derrota”.
Explica que el multipersonal Pessoa lo escribió hacia el final de su vida, en 1930. Murió cinco años después, a los 47 años. “Es una síntesis de todo su fracaso, todo lo que no pudo y no quiso ser”, detalla quien con el texto Una multitud es uno y es nadie introduce al lector hacia este hombre que mira desde la ventana y se vistió con un disfraz equivocado.
“Pessoa resiste las buenas, las grandes y las malas traducciones”, dice en entrevista el narrador, ensayista y poeta mexicano con motivo del libro publicado por Ediciones El Tucán de Virginia, con apoyo de la Secretaría de Cultura federal.
“No soy nada. / Nunca seré nada. / No puedo querer ser nada. / Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo”. Así comienza “Tabaquería”, que escribió “ese hombre sin biografía, siempre en la negación desde el principio del poema; el sueño y la imaginación son su propio mundo”, apunta Marco Antonio Campos.
Pessoa, quien nació en Lisboa en 1888, “salvo un breve libro de versos, nunca publicó nada en vida. Dejó un baúl que después descubrieron y dieron cuenta de las maravillas que allí había. Incluso, Antonio Tabucchi, el gran narrador italiano, dijo hermosamente que era ‘un baúl lleno de gente, usted lo abre y hay un montón de personajes inventados’”.
La noche en que nacieron los heterónimos
El escritor portugués, quien también para vivir traducía correspondencia en inglés, es famoso por el uso de heterónimos, cada uno con estilo propio. “Inventó biografías para las obras y no obras para la biografía.
“Hay un rasgo curioso, es un caso prodigioso, porque en una noche, el 8 de marzo de 1914, nacieron los heterónimos, que influyeron en la poesía del siglo XX. Primero escribió los 30 poemas de Alberto Caeiro, y dijo: ‘es mi maestro’. Entonces, necesitaba discípulos y escribió ‘Lluvia oblicua’, que es el propio Pessoa simbolista; de ahí crea a Ricardo Reis con otra escritura. Al final, uno de los poemas de Álvaro Campos, que se llama ‘Oda triunfal’. Después los desarrolla y los termina, pero nunca los pública.”
“Tabaquería”, uno de los poemas más famosos y bajo el nombre de Álvaro de Campos, “es de estructura muy sencilla, pero muy complejo en el contenido. Son frases muy calculadas y contundentes que van echando el ánimo para abajo. O esa que dice: ‘el mundo es para quien nace para conquistarlo y no quien sueñe con conquistarlo’. Son demoledores los versos. El nihilismo puro”.
En opinión del autor de Viernes en Jerusalén, “es un poema que tiene varios niveles de lectura, para los que saben mucho, para los críticos, para el lector avezado o el lector común”. Aunque destaca que, “ante todo, cuando uno lee un poema, es que sea un excelente poema. Uno lee por placer, nos da descanso y felicidad”, por lo que recuerda a Bioy Casares, en el sentido de que “lo importante es la belleza que nos da un poema. Es la justificación de todo arte. Que te emocione, y si te ayuda a vivir, mucho mejor”.
De todas estas máscaras inventadas, “si Pessoa es el poeta que más influye en la lengua portuguesa en el siglo XX, el heterónimo que más influye es Álvaro de Campos. Y el poema que más influye de él, es ‘Tabaquería’. Opina que Álvaro de Campos es el mejor, es el poeta moderno, vanguardista. Mientras los otros, Alberto Caeiro, es el poeta bucólico, el guardián de rebaños como se llama su libro, y Ricardo Reis, es el neoclásico, como él dice ‘hay en él un falso paganismo’”.
La edición bilingüe en portugués y español está acompañada por el ensayo breve Fernando Pessoa: El desconocido de sí mismo, que publicó Octavio Paz en 1961 en la Revista de la Universidad de México; dos cuentos de Pessoa, y ensayos de Nuno Júdice, Horácio Costa, José Javier Villarreal, Luis María Marina y Víctor Manuel Mendiola, plumas más jóvenes.
Al hablar sobre el trabajo desde la lengua portuguesa, revela Marco Antonio Campos: “Yo tengo un criterio: si puedes igualar haciendo una cosa distinta del trabajo de calidad de un poeta, o crees que puedes superarla, haz la traducción”.
En el caso de “Tabaquería”, publicó una versión en 1981 y regresó con el tiempo a ella, lo siguió corrigiendo hasta que sintió que era “el punto final”; en algún momento propuso a Víctor Manuel Mendiola, director de Ediciones El Tucán de Virginia, dedicar uno de esos libros sobre los grandes poemas del siglo XX.
“Yo prefiero en general la traducción literal (no se entiende palabra ni letra por letra, eso es imposible). Cuando se escribe el poema nunca será el mismo en la traducción, la mayoría de las veces por más que se intente siempre es inferior la traducción al original, pero hay veces que pasajes o poemas salen mejores. Entiendo por traducción literal lo más aproximado en las músicas y en los sentidos que hay. Uno trata de ser lo más fiel a ello, uno de los grandes maestros para mí es Eduardo Lizalde.
“Leí ‘Tabaquería’ desde que tenía unos 20 años, allá por 1969, y me influyó mucho, me hizo escribir de manera más pesimista; en general, la obra de Pessoa, pero en particular este poema.”