Algo sí está claro: en el caso Ayotzinapa aún no se ve luz en el túnel.
Para empezar, hasta ahora no sabemos cuál fue el móvil del crimen y lo que se da como tal no convence a nadie, pero una cosa sí puede tenerse como segura: si se sabe el porqué sabremos el quién.
La lucha por encontrar a los 43 estudiantes parece haber descuidado –no quiere decir que así sea– la investigación que diera con la motivación que tuvo alguien para que sucediera aquello. Sólo se sabe que alguien dio la orden.
Pero… ¿qué se pretendía con la desaparición de los 43? La versión de que habían visto salir el embarque de droga de pronto llama a risa. En Guerrero, buena parte de sus habitantes han visto algún hecho relacionado con el transporte de la hierba, cuando menos. Pocas cosas tan comunes para la gente de aquella entidad.
La cantidad de lo transportado tampoco parece ser la causa, y luego de esas explicaciones, que son las más usadas, no parece haber mucho más. La Fiscalía General de la República parece haber obviado el asunto y proporciona información sobre el hecho, no sobre las causales, que es parte fundamental de la investigación.
Por ningún lado aparece el móvil, que sí existe y sigue siendo el motivo del silencio. Podemos decir, con base en el informe presentado la semana que pasó, que más de una veintena de personas relacionadas con el caso han sido asesinadas o desaparecidas, es decir, el caso ya no son sólo los 43, hay más de 60 en el escenario.
El caso más sonado es el de Juan Salgado Guzmán, El Caderas, operador de Guerreros Unidos en la zona norte de Guerrero y el sur del estado de México. Un “operativo” en el municipio de Metepec que pretendía llevarlo preso culminó con su ejecución por agentes de la fiscalía. Por cierto, hay que destacar que según el informe que existe en una carpeta de investigación, ninguno de los elementos inmiscuidos en ese hecho ha rendido declaración. El homicidio que impidió que Salgado llegara a manos de los jueces se perpetró ya en este gobierno, el 22 de septiembre de 2021.
No sabemos a ciencia cierta qué tanto ni qué sabían los 26 fallecidos o ejecutados vinculados al caso que enumera el informe, pero lo que nos queda claro es que se busca dónde están o cuál fue su suerte, pero no parece haber explicaciones claras y contundentes de por qué se ordenó su desaparición, y esa parece ser la punta de la madeja que no se ha jalado con la fuerza debida. Todo sigue en silencio.
De pasadita
Si alguna falla es evidente en el equipo de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, es el de comunicación. Se han tomado malas decisiones, se han desperdiciado oportunidades políticas importantes y en muchas ocasiones no se ha logrado transmitir el empeño de la funcionaria por mejorar la vida de los capitalinos.
Tal vez esta sea suficiente causa para que se importe a quien oriente los pasos de ese organismo –la oficina de comunicación–, porque se podría interpretar que en el país no hay gente y talento para tareas como esa.
Es más, quien recomienda por escrito a Antoni Gutiérrez-Rubí, que desde junio pasado ha estado en pláticas con Sheinbaum, exhibe un amplio recorrido por los éxitos del consultor, pero quien recomienda es, de ya, un enemigo de la 4T y, por tanto, de las políticas del presidente López Obrador, así que más vale andarse con cuidado. Sí, aquí hay personajes que se dedican a medrar, sobre todo en lo económico, con el asunto de las asesorías, pero también hay gente recta y honesta que puede acompañar, y bien, a la jefa de Gobierno en lo que resta de su mandato, y después… ya se verá.
Por ahora, el despacho de Gutiérrez-Rubí estará alejado de la oficina de Comunicación Social y de cualquier cosa que huela a campaña. Que así sea.