La tendencia en la deforestación sigue en aumento en el país. Entre 2000 y 2021 se perdieron 5 millones de hectáreas de bosques y selvas. En 2017 fueron 300 mil hectáreas y el año pasado 256 mil. La península de Yucatán es donde se ha observado la mayor pérdida de vegetación y el impacto de Sembrando Vida se percibirá a mediano plazo, sostuvo el investigador Carlos Cruz Gaistardo.
Estos resultados se recogieron de una plataforma que desarrolló un equipo independiente de expertos que encabeza Cruz Gaistardo –quien durante 25 años trabajó en el Inegi–, mediante imágenes satelitales a una escala más precisa, que permite observar con mayor detalle la pérdida de bosques y selvas, así como de estratos arbóreos más pequeños que se localizan en zonas áridas y semiáridas, lo cual no pueden detectar herramientas de monitoreo como Global Forest Change (GFCh) o los sistemas oficiales a cargo del Inegi y la Comisión Nacional Forestal (Conafor), indicó el experto.
En entrevista, Cruz Gaistardo explicó que GFCh sobrestima la información en algunas zonas y en otras las subestima, mientras que el Inegi no delimita los cambios por deforestación, y precisó que el país tiene chaparrales y árboles de menor altura.
Además, el Reporte Mundial de Recursos Forestales de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) muestra una tendencia a la baja en la pérdida de bosques y selvas, por lo que sólo estima unas 125 mil hectáreas deforestadas. En tanto, el Sistema Nacional de Monitoreo Forestal de la Conafor calcula que en el periodo 2001-2019 se perdieron cada año en promedio 212 mil 834 hectáreas, aunque no ha presentado información de los dos últimos años.
El experto explicó que “la deforestación es creciente, las tendencias desde 1990 han bajado, pero es una curva que sigue a la alza. Desde 2018 ha bajado un poco, pero se espera que vuelva a subir”. Mencionó que las causas son diversas, “no solamente es la ampliación de infraestructura de transporte o las nuevas urbanizaciones, sino también con las empresas porcícolas, que requieren soya, y para esto se abren áreas de bosque, como en Hopelchén, Campeche”.
Indicó que “también hay demanda de madera para papel, se extrae caliza, se instalan empresas refresqueras que al abatir el agua ocasionan cambios en la vegetación, el comercio clandestino de maderas preciosas y la tala hormiga, de media hectárea o dos hectáreas. Una tercera parte es deforestación a pequeña escala; sin embargo, otra tercera parte es a gran escala, en dos décadas el país ha perdido alrededor de 5 millones de hectáreas”.
Detalló que las zonas más afectadas son las de la Huasteca potosina hasta la hidalguense, la parte sur de Michoacán, con la expansión de cultivos como limón y aguacate; la tala ilegal en Cherán, Zitácuaro, así como la explotación de maguey en la zona mixe de Oaxaca.
También en los Chimalapas, en la selva Lacandona y los Altos de Chiapas, mientras en Tabasco ya no hay deforestación porque la mayor tala ya pasó.
Están conservadas la zona de Calakmul, en Campeche, y de la reserva de la biosfera Sian Ka’an hacia Chetumal, en Quintana Roo.
El experto mencionó que en el norte del país no hay tanta deforestación, pero cualquier alteración en los ecosistemas afecta, “es una región más frágil, hay más vegetación arbustiva, no leñosa”.
“Declaración de ANP no es suficiente”
En las zonas verdes conservadas, “se deben establecer mecanismos que involucren a las comunidades, con herramientas jurídicas y técnicas. Declarar como áreas naturales protegidas (ANP) no es suficiente, muchas zonas de amortiguamiento ya se afectaron, es el caso de Chimalapas y los Tuxtlas, en Veracruz.
“Los efectos del Tren Maya son relativamente menores que otros factores de cambio. La apertura del camino no es el problema, sino la demanda, la expansión del desarrollo. No estaría en desacuerdo en que se proteja la selva que queda, pero específicamente este proyecto tiene un impacto mínimo respecto a otros factores. Gran parte del trazo de este tren está en zona perturbada”.