La vida de los negocios es azarosa. Lo saben bien quienes ponen directamente su empeño, capacidad, recursos físicos, su dinero –provenga de ahorros o deudas–, y su esperanza también, en que todo ese proyecto que han fraguado sea rentable y duradero.
Lo saben quienes invierten en empresas de distinto tipo mediante la compra de acciones y, con esa participación en el capital, esperan obtener una ganancia por utilidades y por una mayor valuación.
Los negocios operan en el entorno de la incertidumbre y el riesgo. Eso define lo que hacen los especuladores que, con estrategias de más corto plazo, toman riesgos tratando de anticipar los movimientos en los precios de diversos tipos de activos: mercancías, bienes raíces, materias primas, divisas, oro o deudas. Un caso ejemplar de las deudas como objeto de especulación fue el proceso que precipitó la crisis de 2007-08.
Lo azaroso proviene en buena medida del dinero, entendido como una forma de saldar deudas, y sus funciones de medio útil para el intercambio, elemento que favorece la acumulación y la creación de riqueza (el capital), hasta una fuente directa de riqueza por sí mismo, es decir, desligado de la misma actividad productiva como objetivo primordial: dinero por más dinero.
Hay un factor que incide de modo relevante en la vida de los negocios y tiene que ver con su tamaño y su edad. Esto puede apreciarse de la información del Inegi que ha publicado varios estudios sobre la demografía de los negocios (EDN) en diversos periodos. La base de información son los censos económicos y se mide la supervivencia de los negocios a 17 y 27 meses después de haberse levantado el censo. El más reciente cubre los años 2019 a 2021 y considera efectos relacionados con la pandemia. Se refiere a los nacimientos y muertes de empresas en áreas urbanas y en los sectores de manufacturas, comercio servicios privados no financieros. La cobertura considera negocios de tamaño micro, pequeños y medianos, que es el segmento con mayor número de establecimientos y los más sometidos a cambios radicales, como puede ser su misma desaparición.
El estudio constata el hecho de que en los negocios una mayor edad agranda la probabilidad de supervivencia. Es más probable que los negocios mueran cuando son de reciente creación, especialmente durante su primer año de funcionamiento.
Los micronegocios son los que nacen en una mayor proporción. A 27 meses del censo de 2019 (de mayo 2019 a julio 2021) la cifra fue 25 por ciento de ese tipo y 6.4 por ciento de pequeños y medianos (Pyme). La proporción de muertes respectivamente fue, en cambio, de 33 y 21 por ciento. En cuanto a los sectores de actividad se advierte la predominancia de los nacimientos en el comercio, seguido de los servicios y las manufacturas. En cuanto a las muertes, son mayores en los servicios y luego el comercio. Las cifras censales más recientes indican que de un total de alrededor de 4.7 millones de unidades económicas 95 por ciento son microempresas caracterizadas por ocupar hasta 10 personas; 4 por ciento son pequeñas (de 11 a 50 personas); 0.8 por ciento son medianas (51 a 250) y 0.2 por ciento son grandes (más de 251).
De modo agregado el EDN correspondiente a 2021 estima que nacieron alrededor de un millón 187 mil negocios de tipo Mipyme y murieron alrededor de un millón 583 mil.
La definición del tamaño de un negocio por número de empleados no es la más adecuada para atender a las características económicas y sociales de los micronegocios, que son una parte muy relevante de la actividad económica en el país. No es lo mismo una pequeña tienda en alguna zona semi-rural, en un pueblo o en los márgenes de las ciudades, que una empresa de programadores, aunque ambas cuenten con menos de 10 personas ocupadas. En la mayoría de los micronegocios, la figura de empleado no existe. La comprensión usual del entorno de micronegocios es insuficiente.
El valor económico de las empresas micro es obviamente menor al que generan las empresas medianas y, sobre todo las grandes y las muy grandes. Pero en términos de articulación social y de la situación de bienestar, las microempresas tienen una relevancia muy significativa. Es un sector de establecimientos muy frágil y diverso, cuya operación se genera y sostiene usualmente con muy poca inversión, escasa planeación y con formas de administración muy simples. Una gran proporción de estos establecimientos económicos son informales en términos fiscales. Un rasgo predominante es la dificultad de estos negocios para acumular, crecer y elevar su rentabilidad. Existen en un tipo de reproducción simple que, para ser duradera, requiere constantemente de crédito.
El financiamiento de estas empresas micro no proviene de los bancos, sino de intermediarios, entre ellos los formalmente constituidos y sujetos a diversas formas de regulación. Pero también hay prestamistas furtivos y agresivos, y una nueva ola de abusivas fuentes de crédito en Internet, algunas fraudulentas. La creación, gestión y efectos de la deuda en los micronegocios es un proceso dinámico, necesario y poco entendido, laxamente controlado, propenso a abusos y cada vez más sometido al chantaje y la violencia.