La relación entre hombres e hijos está marcada por “un silencio estruendoso en nuestra cultura e imaginario; ha sido muy poco explorada en las letras y el cine”, sostiene el escritor Andrés Neuman, quien con su libro más reciente, Umbilical, propone desarrollar la conversación pública sobre las nuevas paternidades en la escritura literaria.
El escritor hispano-argentino explica a La Jornada que su texto (Alfaguara) tiene dos vertientes: “una muy íntima y familiar, la más importante al escribir, que era hacer un regalo a mi hijo, una celebración de bienvenida y entregarle un pequeño cuaderno de asombros de todo aquello que nunca recordará.
“La segunda, contribuir a abrir una conversación pública sobre las nuevas paternidades y enmarcar ese debate en la escritura literaria, porque hasta ahora he leído sobre esto mucho más en manuales de pediatría o en artículos de divulgación que en poesía o en narrativa. Una laguna colectiva que entre todos hemos creado.”
Neuman (Buenos Aires, 1977) menciona que proviene de “una familia de músicos en la cual la emoción se comunicaba más con la música que con las palabras y me pasé la segunda mitad del embarazo fascinado con la certeza de que mi hijo estaba escuchando y podía aprender a reconocer las voces. Tiene que ver con el acto de la escucha.
“Si el bebé está emitiendo melodías inaudibles pero esenciales para su comprensión. Este misterio o la parte desconocida, invisible o inaccesible de la vida me parecía muy literaria, porque en realidad es un libro de amor preverbal y prerracional. Para alguien que se dedica a la literatura era un genuino desafío poético el tratar de narrar de manera nítida un amor que no tiene palabras y que aún no las necesitaba.”
El autor destaca que eso “nos devuelve a la pregunta fundacional de la poesía, la de los límites del lenguaje y acerca de lo inefable. Esta maniobra casi de ciencia ficción emocional no hacía más que regresar a la primera pregunta de la poesía: ¿hasta dónde llega nuestro lenguaje? y ¿qué nombre tiene aquello que no tiene palabras?”
Neuman añade que toda su vida ha escuchado a “madres y padres contándome que los momentos de la primera crianza son tan intensos y extenuantes, en efecto lo son, que creemos inolvidables, y se va borrando de nuestras memorias por puro agotamiento y por la demanda de los sucesivos presentes que van sepultando los anteriores.
“Si no escribía aquí y ahora pequeñas notas, si no tomaba notas de ese catálogo de primeras veces, cuando tuviera tiempo y espacio para escribirlos con más calma habrían desaparecido. Me impulsaba la necesidad. Sentí que me ayudaba para vincularme con mi hijo. La emoción íntima de iniciar una conversación futura y quién sabe si póstuma con él, sino también el ir a la caza de esas mariposas de la memoria, que desaparecen rápido.”
El también poeta y traductor destaca que casi no se han contado “historias de padres que cuidan o que se relacionan desde la ternura o que ponen el cuerpo al amor, porque se escapan de los arquetipos. Hay cada vez más padres con carritos, mochilas y biberones que tratan torpemente de conciliar su vida laboral con la crianza. No abundan en la tradición, pero siempre han existido.
“Un ejemplo que me resulta muy gráfico es el de los pañales. Si tratamos de visualizar a padres cambiando pañales en el cine, lo que más probablemente nos venga a la mente son comedias donde el hombre, con una mezcla de torpeza y perplejidad, se dedica a hacer eso que todo indica que no le corresponde, que no sabe y no tendría por qué haber aprendido a hacer.”
La respuesta estriba, continúa, en “los usos y costumbres, en la manera en que nos han educado y en ciertas inercias y rutinas estéticas”.
En esa lid se dedicó a “reflexionar y narrar acerca de qué clase de vínculo establece un padre antes, durante y después del nacimiento”.