La figura de Rafael Dumett es tanto mayor cuanto más tiempo pasa y no sólo en el sentido profesional. En el tema intelectual, por ejemplo, El espía del Inca, su novela recuperada y publicada este año por la editorial Alfaguara, multiplica casi por dos el volumen de los últimos dos ganadores del premio que otorga cada año esa empresa española.
Dumett posee todos los atributos de las personas amables a las que es difícil olvidar, además de una conversación que destella alegría y risa con frecuencia –con estudios de lingüística, teatro y múltiples trabajos como guionista y documentalista–, el autor representa los valores, acaso en extensión, de la buena literatura. Decidió alejarse de las grandes presiones del mercado para construir una obra brillante, ambiciosa, pero sobre todo bien documentada. Ahora es fácil, al cobijo que le da haber vendido más de mil copias en un año en su primera edición, ser el libro más vendido en Perú durante 2018, 2019 y 2020 y señalado por la crítica como el mejor volumen en español en los últimos años o ser calificado como el autor de la mejor novela del siglo XXI, además de haber viajado a Tel Aviv, Palestina, España, Oporto o París para presentar su trabajo, que le costó 11 años terminar y otros ocho más para encontrar una casa editorial que apostara por él.
Quizá por eso, hoy confiesa con un aire de nostalgia: “Es una novela con un tremendo potencial subversivo. Hay algo muy sintomático en El espía del Inca. Fue Esteban Quiroz, un editor independiente, el primero que apostó por ella, y a diferencia de lo que habitualmente ocurre, el éxito no se extendió del centro hacia afuera, sino al revés; comenzó a venderse en las periferias y luego llegó a las ciudades más importantes de Perú”.
El volumen desafía la literatura común. Recoge una etapa de la que relativamente sabemos poco, los meses de la prisión del inca Atahualpa, el último soberano en Cajamarca, a través de los ojos de dos jóvenes, personajes marginales que cambian de nombre e identidad a lo largo de la obra y son testigos inesperados de acontecimientos cruciales de los días finales de la civilización incaica, así como testigos del enfrentamiento fratricida. Lo interesante es que pertenecen a la misma etnia y se comunican en la misma lengua.
“Acababa de llegar a vivir a Estados Unidos y quise escribir algo de teatro, un tema histórico, pero entiendo el género como algo que puedes escribir para la gente con la que tienes un lazo en común, algún tipo de solidaridad, y eso fue algo que yo no compartía con mis vecinos de aquel entonces, luego volteé la mira a un viejo amor, la prosa. La base fue un personaje que me llamó mucho la atención: Felipillo, el traductor nativo tallán que acompañó a Francisco Pizarro y Diego de Almagro en sus varias expediciones a Perú. Conforme investigaba, descubrí que el intérprete tiene muchos puntos en común con La Malinche y otros traductores tan interesantes como las mujeres de Nicaragua o Guatemala. Los conquistadores, cada uno tenía una vida singular e interesante que yo no conocía, entonces me pregunté: ¿por qué no sabía esto? Luego decidí, poco a poco, documentarme y escribir sobre este universo. Digamos, presentárselo a la literatura.”
Obra posmoderna
Rafael Dumett lleva el nombre del arquitecto italiano Raffaello Sanzio, quien se preocupó por recuperar y conservar los vestigios grecorromanos. A sus 50 años, el primero ejerce gran influencia en su época y escribe con perfección y gracia, habilidades artísticas aplicadas a lo visual, que comparte con su tocayo, pero el peruano las trasladó a las letras. La novela pretende ser la transcripción de un gigantesco quipu narrativo, igual que las piezas de cuerdas de fibra de camélido o algodón, marcadas con distintos tipos de nudos que fueron utilizados por el Tahuantinsuyo, forma como se conoció al incanato, el dramaturgo diseñó un artefacto cultural para narrar su historia. “Aparentemente, con sólida base, algunos especialistas, historiadores y arqueólogos sostienen que a través de estos tejidos se llevaban registros contables, información que pudiera registrar cierto tipo de patrones, calendarios, presupuestos, censos e incluso textos musicales y narrativos. Entonces, me tomé la libertad de imaginar un tejido gigantesco que narra la historia de Perú utilizando el recurso de la novela. Lo que tú estás leyendo es un quipu gigantesco”, sostiene.
En el El espía del Inca, Rafael Dumett pone en práctica varios principios que definen al posmodernismo, la novela parece el resultado de una serie de experimentos, detalle que recala más en su calidad posmoderna. Uno de los principios, y quizás el más importante, es la negociación entre los diversos géneros literarios donde se llegan a confundir las fronteras entre las literaturas tradicional y experimental. Confía en que para contar esta historia debía “acercarse al lector en sus coordenadas culturales”.