Sao Bernardo do Campo. Las campañas electorales por la presidencia de Brasil empezaron oficialmente ayer, con el presidente Jair Bolsonaro y el ex mandatario Luiz Inácio Lula da Silva como protagonistas de los comicios programados para el 2 de octubre, los más polarizados en décadas, en medio de una creciente preocupación por la violencia política y las amenazas a la democracia.
Lula, de 76 años, buscó captar en su primer discurso de campaña a los más pobres y a la clase obrera, en un acto celebrado en una fábrica de automóviles en Sao Bernardo do Campo, en la región metropolitana de Sao Paulo, donde se forjó como líder sindical en los años 70.
“Fue aquí donde todo ocurrió: aquí aprendí a ser persona, adquirí conciencia política… en este día tan importante en mi vida, en el arranque de la campaña electoral, vine a decirles que vamos a ganar”, aseguró el líder del Partido de los Trabajadores (PT) desde una pequeña tarima, rodeado de cientos de obreros metalúrgicos, ante quienes subrayó la importancia de reforzar la política industrial para recuperar los empleos perdidos en los últimos años.
Comparó cifras de producción de cuando él y la ex presidenta Dilma Rousseff (2011-2016) gobernaron con los resultados de Bolsonaro. Afirmó que Brasil empeoró y puso el ejemplo de la fábrica de autos de donde hace 11 años salían más de 334 mil unidades al año y ahora apenas 141 mil, “lo que significa más desempleo, menos salarios y menos gente comprando”.
En un video publicado en redes sociales poco antes del mitin, Lula destacó que el hambre regresó a Brasil con el gobierno de Bolsonaro y que la inflación golpea a las familias que no pueden sobrevivir con salarios mínimos.
Vistiendo camisa blanca, Lula hizo alusión a la responsabilidad de su principal rival sobre las más de 680 mil muertes ocurridas por la pandemia del covid-19: “fuiste negacionista, no creíste en la ciencia, en la medicina… sólo creíste en tu mentira. Si alguien está poseído por el demonio –dijo– es Bolsonaro”, y lo acusó de “genocida”.
A pesar de su edad, aseguró sentirse “con la energía de 30”. Se comprometió a realizar una campaña “sin mentiras” y destacó que quiere volver a gobernar Brasil para que el país “vuelva a ser respetado en el mundo”.
Lula, cuya presidencia de dos mandatos transcurrió de 2003 a 2010, ya empezó a usar un chaleco blindado en sus apariciones públicas. Antes de acudir a la planta automotriz, tenía previsto dar un discurso en una fábrica de motores por la mañana, pero la policía federal le pidió cancelar el acto por razones de seguridad, de acuerdo con su campaña.
En tanto, Bolsonaro, de 67 años, encabezó un mitin en la misma esquina en la que fue apuñalado en la campaña de 2018, en Juiz de Fora, en el estado de Minas Gerais (sudeste): “La ciudad donde renací”, sostuvo en su discurso cargado de declaraciones patrióticas y alusiones religiosas sobre Dios y la Biblia.
El actual gobernante llegó en motocicleta rodeado de guardias de seguridad y portando un chaleco blindado, a diferencia de 2018, cuando se mezcló entre la multitud sin ninguna protección. Los asistentes fueron revisados antes de pasar al lugar.
Reiteró su promesa de luchar contra la inflación de dos dígitos, el aborto, las drogas y defender la “propiedad privada”, y advirtió sobre la “amenaza comunista” en Brasil si pierde los comicios.
Bolsonaro y Lula coincidieron anoche en Brasilia, durante la investidura del juez Alexandre de Moraes como presidente del Tribunal Superior Electoral. Sentados casi frente a frente, el presidente en el estrado y el ex mandatario en primera fila en la platea, no cruzaron palabra, al menos delante de las cámaras.
“Tenemos una de las mayores democracias del mundo en términos de voto popular, pero somos la única que recuenta y divulga los resultados electorales en el mismo día con agilidad, seguridad, competencia y transparencia; eso es motivo de orgullo nacional”, afirmó Moraes.
Las urnas electrónicas, que se usan en Brasil desde hace más de 20 años, han sido objeto de fuertes críticas por parte del presidente, que cuestiona su eficiencia y advierte sobre riesgo de fraude y seguridad, algo que algunos analistas consideran parte de su estrategia para contestar una eventual derrota en las elecciones de octubre.
Lula, que recuperó sus derechos políticos en 2021 tras la anulación de sus condenas en la megacausa anticorrupción de Lava Jato, sigue liderando los sondeos, aunque Bolsonaro parece acortar distancias. La consultora IPEC atribuyó antier 44 por ciento de intención de voto para Lula en la primera vuelta del 2 de octubre, frente a 32 por ciento de Bolsonaro.