En resumidas cuentas, del monopolio del Estado el régimen neoliberal pasó al oligopolio privado y a estas alturas la actividad económica y productiva del país está superconcentrada en unos cuantos corporativos nacionales y foráneos que ordenan, disponen y condicionan, con los precios de los productos por delante, siempre alcistas. Palabras más o menos, Isaac Newton era de la idea de que todo lo que sube tiene que bajar, pero en su análisis olvidó considerar a los oligopolios mexicanos, los cuales sólo suben y suben los precios de los productos y servicios que ofrecen.
Ahora, en la mira del gobierno federal está el corporativo tortillero Maseca (creación del finado empresario Roberto González Barrera), que de Carlos Salinas de Gortari (a quien Don Maseco consideraba, junto con Raúl, “como mis hijos”, pues fue compadre del capo Raúl Salinas Lozano) recibió generosos regalos, entre los que destacó un decreto presidencial (julio de 1990) que abrogó cuatro leyes anteriores en materia de regulación de la industria de la tortilla y del maíz, lo que permitió que el citado consorcio sentara sus reales. Se trataba, según CSG, de “modernizar la industria del maíz”, y qué mejor forma de hacerlo que entregando el pastel prácticamente completo a su “papá adoptivo”, el zar de la harina de maíz.
En tiempos en los que la especulación ha llevado a injustificadas alzas en los precios de la tortilla y de la harina de maíz, el procurador Federal del Consumidor, Ricardo Sheffield, denunció que “Maseca es el actor preponderante y es el que más vende en el mercado mexicano” (y en más de 100 países), y este corporativo “aunque suba o baje el precio del maíz, nada más sabe subirle, y van para arriba, para arriba, para arriba, y el comportamiento en tortillerías está directamente relacionado al precio que da Maseca. Entonces, creo que por ahí hay algunos fenómenos económicos que le va a interesar estudiar mucho a la Comisión Federal de Competencia (Cofece, que permanece en el éter si de monopolios y oligopolios privados se trata), porque algo no está funcionando bien en el caso de Maseca con la forma en que se comportan sus precios, y como ellos orillan a la mayoría de las tortillerías en el país a aumentar el precio, aunque baje el del maíz”.
Al morir Don Maseco (2012) se dio un reacomodo –no necesariamente suave– en el corporativo tortillero y su yerno, Carlos Hank Rhon, tomó las riendas de Maseca (y de Banorte), sólo para que a final de cuentas Juan Antonio González Moreno quedara al frente del consejo de administración, con el nieto de González Barrera en la vicepresidencia (Carlos Hank González). Pero sin importar quien fue su fundador o quienes sus arrebatados herederos, el punto es que este corporativo es el que dirige la orquesta y pauta los precios.
Maseca (al estilo del Grupo Industrial Bimbo) no acepta ser calificado como empresa dominante, porque, dice, en el país existente más de 100 mil tortillerías y eso “confirma la competencia” que existe en México. Sin embargo, al mismo tiempo reconoce que “nuestra base de clientes se compone principalmente de pequeños productores de tortillas o tortillerías”. Además, “fabricamos o adquirimos maquinaria de tortillas de maíz para su venta a fabricantes y para uso en tortillerías dentro de las tiendas (supermercados), así como maquinaria moderna productora de tortillas de maíz y de trigo de alta capacidad”. Entonces, el corporativo cacha, picha y batea (los precios) y concentra el mercado.
Allá por enero de 2007, mientras Felipe Calderón abría el grifo de sangre en el país, se desató una escalada de precios en alimentos y servicios básicos, especialmente en la tortilla. En aquella ocasión, el gobierno de Borolas se negó a intervenir para frenar los aumentos, pero al final dobló las manos y “negoció”… con los grandes corporativos, con Maseca a la cabeza, en un movimiento que el propio Banco de México calificó de “injustificado y especulativo”, pues el alza “es producto del “acaparamiento y de un modelo poco competitivo”.
Las rebanadas del pastel
Se necesita algo más que discursos para meter orden en la minería. Por ello, el dirigente nacional de los mineros, Napoleón Gómez Urrutia, promueve una ley integral en ese sector, que incluya “la supervisión de los yacimientos que operan en condiciones laborales que rayan en la esclavitud, se eviten accidentes como el ocurrido en el pozo de carbón El Pinabete e ilegalice el fracking como método extractivo en el país”. Eso y mucho más.