El libro Cuando el tiempo se rompió, de Betsabeé Romero, es una nave que no naufragó durante el confinamiento por la pandemia. Al contrario, se construyó hoja por hoja para dar asilo a quienes viven con el sentimiento de depresión y soledad que dejó la crisis sanitaria.
Así concibe la artista su trabajo editorial que luego de dos años vio la luz, gracias a la complicidad del Heraldo Media Group y Grupo Andrade, que le propusieron el proyecto en 2019.
Durante la presentación del volumen, en el Museo de la Ciudad de México, recinto que presenta una exposición de la autora, precisamente a partir de la idea de documentar su trabajo, la pintora dijo que en nuestro país “no es la primera vez que se nos rompe el tiempo, y cuando eso pasa la tarea (de los artistas) es acompañar los duelos, ofrecer una mano en el hombro, encontrar y abrir espacios, colores, palabras, objetos y, por supuesto, libros. Pero ni el color ni la tarea minuciosa de amalgamar tanta fractura sería posible sin creer en los demás”.
Romero dijo que recordar el proceso de cada obra que seleccionó para incluirlas en el libro “fue pensar en lo vivido, para intentar consignar no sólo piezas terminadas, sino el proceso colectivo que está atrás de cada una, porque era importante que este documento hablara de equipos y complicidades”.
Entre ese grupo de personas que han acompañado de una u otra manera la trayectoria artística de la creadora están María Milo, Marie-Laure Bernadac, Emelie Lucille, Elizabeth Chhangur, Kerry Ann Doyle, Hans-Michael Herzog, Mónica Lavín, Valentina Locatelli, Philip Clifton Monk, José Manuel Valenzuela Arce y Diana Beatriz Wechsler, autores de los textos que se incluyen en Cuando el tiempo se rompió.
Como diría Balzac, continuó Romero, “un libro hermoso es una victoria ganada en todos los campos de batalla del pensamiento humano. Un libro realizado con proyectos de trabajo y con el diálogo entre amigos es como una cosecha del corazón y la memoria.
“Cuando, literalmente, el tiempo se rompió, este proyecto fue para mi la única lucecita que se podía vislumbrar al final de un interminable túnel. Durante la pandemia y ante una cascada de cancelaciones de proyectos, apareció la invitación de Grupo Andrade para realizar este libro. Inmediatamente me sentí afortunada, pues sé lo difícil y escaso que es hacer este tipo de proyectos en este momento.
“Lo vi como una posibilidad de retomar y consignar en un documento proyectos que nunca habían tenido memoria escrita; sobre todo, conversaciones con mentores y críticos a quienes admiro y de quienes he aprendido mucho.”
Colaboran “ejemplos de vida y de trabajo”
Romero comentó que invitó a escribir para el libro a personajes importantes no sólo en su vida, sino en su carrera, “ejemplos de vida y de trabajo que me han dado no nada más textos para el libro, sino que han sido posibilitadores para la realización de proyectos que no fueron convocados únicamente por ellos, sino que me permitieron dar continuidad y aprender aún más de los conceptos que he trabajado desde hace muchos años, ya que con ellos todo se hace y se hizo como debe ser: a profundidad, en diálogo y ‘en el lugar del crimen’.
“Caminar por los temas que más me preocupan siempre implica un compromiso a largo plazo, nuevos retos, y con cada uno de los participantes de este título, abordarlos representó la voluntad común de visibilizar cada tema desde posiciones sólidas y no sólo desde el punto de vista académico, sino vivencial.
“Con ellos, trabajar en espacio público, con fronteras, grupos migrantes, temas de género o comunidades indígenas fue un reto que se abordó desde nuevos territorios y hasta en otro idioma. Con todos ellos la vivencia siempre fue acompañada y sobre senderos donde cada uno tenía mucho caminado.”
Las palabras de cada texto, resaltó la artista, “fueron llegando a mi taller como gotas de oxígeno con los que Carlos Baca, mi asistente, mi mano derecha, y yo fuimos hilando cada día este periodo tan difícil”.
La escritora Mónica Lavín, una de las invitadas a presentar el libro, dijo que Cuando el tiempo se rompió invita a la reflexión con sus propuestas artísticas, pues “el tiempo en la pandemia no se detuvo.
“Los relojes siguieron marcando las horas inclementes, lentas e inciertas. Pero el tiempo ya no era el mismo, porque daba vueltas sobre sí mismo, porque su pivote era la incertidumbre, porque era como un tornillo donde no había futuro, sólo maniobras para atender la supervivencia: lo elemental como el espacio, la obligación de distancia, la obtención de los alimentos, el espray desinfectante, el gel, la mascarilla, la máscara. Todos eran enemigos: la calle era un enemigo, el diálogo era un enemigo salpicado de saliva, el virus dueño y señor de la saliva.
“Vivíamos el tiempo de los presos. La condena infinita. Entonces, Betsabeé se propuso habitar el tiempo de otra manera, pues ya no se podía ser comunidad congregada en espacios públicos, en museos, comunidad que trabaja compartiendo tradiciones, como ella ha hecho con distintos gremios, o compartiendo asombros, perplejidades.
“Y, ¿cómo vestir el tiempo roto si ella siempre ha sido movimiento?, como la vida misma, como los temas que la ocupan: la migración, los coches, las llantas, las fronteras, los pasos, las huellas. Todo colapsado. Y para el colapso: un libro. Un libro para hablar del movimiento siempre permanente en la obra de la artista”, concluyó.
En la presentación del libro también participaron José María Espinasa, director del Museo de la Ciudad de México; Carmen Cuenca, y representantes de Heraldo Media Group y Grupo Andrade.