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Cultura

2022-08-14 06:00

Tumbando caña

Periódico La Jornada
domingo 14 de agosto de 2022 , p. 9a

Han pasado ya más de nueve décadas desde aquella noche en que Joseíto Fernández estrenara su inmortal Guajira guantanamera. Hoy la vigencia de su canto nos lo recuerda como uno de los más importantes juglares caribeños que supo cronicar a tiempo los aconteceres de la vida social de la Cuba prerrevolucionaria.

Originario de La Habana (15/09/1908) Joseíto Fernández era de la clase de artistas combativos que manifestaban por medio de su arte el desacuerdo con el gobierno y eso le había procurado enemistades en el régimen y a la vez una enorme clientela de público.

Tenía una agrupación en la que cantaba sones y guarachas los que, gracias a su habilidad para improvisar, convertía en boletines informativos variando los textos originales por otros en los que plasmaba su opinión sobre tal o cual acontecimiento.

Durante años se le escuchó por radio, fiestas populares e incluso televisión, cantar y contar los pormenores sociales y políticos de su islita. En algunas ocasiones fue aprehendido por la policía, encarcelado y puesto en libertad debido a que “a un cantor jamás se le puede callar”, como él decía, tenía en su manera de ser y de decir un candor y una gracia tal, que todo lo que narraba era atendido por el pueblo que no necesitaba mayor explicación para entender las cosas.

Joseíto Era moreno, alto y siempre vestía de blanco, guayabera y pantalón de lino, con zapatos de dos tonos y un sombrero de jipijapa que remataba su figura.

El oficio de compositor y su relación con la música lo manifiesta a los 12 años. Su precaria economía de artista popular era complementada con el voceo de periódicos. Es de ahí que le viene la práctica de vincular ambas labores, ya que con una melodía de su creación pregona las noticias para interesar al público.

Años después, y repitiendo la fórmula, se emplea en una estación de radio como cronista de nota roja en un programa de la radiofónica CMQ en el que hacía rimar lo mismo la violencia, la noticia política o deportiva con la publicidad. Pero su mayor acierto es cuando crea Guajira guantanamera y empieza a estructurar por décima toda aquella noticia que le cae en mano.

La historia del nacimiento de Guajira guantanamera arranca una noche de julio de 1928 en que a Joseíto se le ocurre cerrar una emisión más de la CMQ en la que participaba con la orquesta de su amigo Alejandro Rivero con una melodía campesina en lugar de la tradicional rumba. En sus décimas hablaba de los dones de la mujer cubana, muy en especial de la de Guantánamo, por ser de ahí una trigueñita de la cual estaba enamorado.

“Mi divina guajira / guajira guantanamera…”, comenzó por cantar bajo el punteo del tres y la arenga del tresero que incitaba: “¡Coge el trillo venao!”, una manera campesina de decir: “agarra camino”. Y Joseíto: “De los ingenios vecinos / te enseñaré los primores. / Los hombres trabajadores, / las pailas y los molinos…”

Teniendo como fondo esa pegajosa melodía, Joseíto cantó alrededor de 20 años los hechos noticiosos y dio pie, sin quererlo, a puestas escénicas que bajo las notas de la guajira también hacían referencia a situaciones sociales.

Los jóvenes de los años sesenta enarbolaron Guajira guantanamera como su bandera, agregándole los versos sencillos de Martí para convertirla entonces en una curiosa canción de protesta: “Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar...”

Así es como la conoce el cantautor estadunidense Pete Seeger y con una versión más amplia la presenta en el Carnegie Hall el 8 de junio de 1963 con un éxito total. Y la canción empezó a interesar a otros cantores. Vinieron entonces las versiones del trío californiano The Sandpippers, Joan Baez, del francés Joe Dassin, el griego Démis Roussos, la argentina Libertad Lamarque, Paul Mauriat… y Guajira guantanamera a generar dinero, mucho dinero por concepto de regalías. Pero…

Se dio un alegato internacional que ponía en duda quien era el creador. Muchas editoras, para evitar pagar las regalías correspondientes, citaban que era una obra de dominio público y hubo que atender las demandas de personas, como el propio Seeger, para que se reconociera la autoría a su verdadero creador. Sin embargo Joseíto nunca recibió un centavo por dichos derechos mundiales, ya que la mayoría de estas casas editoras se manejaban desde Estados Unidos y se escudaban en el bloqueo económico a Cuba para evitar el pago que, extraoficialmente, asciende en la actualidad a 20 millones de dólares.

Joseíto falleció el 11 de octubre de 1979, pobre, sin ahorros ni lujos. Aunque al menos su nombre quedó grabado en la historia de la música cubana y mundial. Al saber de su deceso, el pueblo se volcó a las calles para volverse un río humano detrás del cortejo fúnebre. En el cementerio un enorme grupo de trovadores campesinos que habían bajado de todas las villas, le despidieron, según la tradición, cantándole en décimas con el contexto de su melodía universal…

“Hoy cantamos esta tonada / al que fue su creador. / Sentimos en el pecho el dolor / de certera puñalada, / pués la muerte despiadada, / nos lo lleva en aciago día / él, que con sana alegría / al pueblo entero llegó / que con razón le llamó / ¡El Rey de la melodía!

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