Hanoi
De mediados de julio a mitad de agosto de 1979, con la brújula del periodista investigador del nuevo Vietnam, luego de la huida estadunidense después de la caída de Saigón en 1975, Gabriel García Márquez recorrió el país de norte a sur, de este a oeste, para valorar la objetividad del fenómeno de la reunificación en 1976 y una de sus consecuencias: el éxodo de los boat people, pero luego de constatar las consecuencias del delirio americano en Saigón, le pareció secundario a la desgarradora situación de aquel año a la que se enfrentaba el país unificado.
A 43 años de su visita, a 40 de su Premio Nobel de Literatura y 55 de la publicación de Cien años de soledad es recordado desde Hanoi, donde ya no quedan periodistas que lo conocieron, salvo Pham Dinh Loi, de la Agencia Vietnamita de Noticias, adscrito a la sección en español, quien poco después fue uno de tres traductores en equipo con Nguyen Trung Duc de Cien años de soledad, en vietnamita Tram Nam Co Don.
Nos cuenta que durante su trabajo, García Márquez visitó muchos lugares y platicó con mucha gente en Hanoi, Ho Chi Minh y Vung Tau, así como alrededores; lo recibió el primer ministro Pham Van Dong, y estuvo en el Ministerio de Asuntos Exteriores, la Oficina del Alto Comisionado de la Organización de Naciones Unidas para los Refugiados, así como en la Asociación de Escritores de Vietnam, y fue entrevistado para el periódico Van Nghe (Literatura y Arte).
Una misión secreta
A sus 52 años, García Márquez llegó a Vietnam sin grandes fanfarrias, a pesar de que ya era un ídolo literario con Cien años de soledad; su viaje se dio al estilo francés de en caché, tanto para proteger la privacidad de su familia, pues lo acompañaron Mercedes y sus hijos Rodrigo y Gonzalo, como para evitar la filtración y revelar su intención. Quienes entonces los conocimos, entramos en ese realismo mágico de encubrimiento.
Loi comprende lo que entonces le dijo Gabo tras cubrir una actividad en la que participaba el periodista: “Mi viaje no es un secreto, pero tampoco es posible hacer todo público por el bien de mi familia, así que, si hay alguna noticia, espere sacarla hasta que nos vayamos de Vietnam, amigo”. Sus hijos eran menores de edad, nos explica.
Misión secreta que antes de fin de 1979 acaparó titulares en medios mundiales con su reportaje Vietnam por dentro, publicado por Prensa Latina, Proceso, El País, The Rolling Stone y como éste, en Triunfo (Carmen Balcells/Agencia Literaria); en Vietnam, Colombia, Estados Unidos, España, México y Francia, entre otros países.
Loi le da pleno reconocimiento: “En ese reportaje, García Márquez, maestro periodista experimentado, tiene un enfoque objetivo y equilibrado para procesar la información que era tan delicada; procesó muy bien los datos sin llegar a la exageración de la prensa occidental y la encuadró con la situación tan penosa y difícil del fin de la guerra y la situación económica, que no eran buenas”.
Añade que en Vietnam por dentro el periodista tiene un criterio objetivo, no critica a nadie, pero sí dejó saber que esas necesidades se tenían que resolver.
A 43 años de la publicación de Vietnam por dentro, Gabo periodista, en contundente realismo fáctico, describe lo que vio y vivió de su periplo por el país con un objetivismo singular desde la primera línea: “La medicina más cara en Vietnam, a principios de agosto, eran las pastillas contra el mareo”, debido a la demanda de vietnamitas del sur para escapar de Saigón luego de la salida estadunidense y evitar el baño de sangre al que serían condenados por haber trabajado para el Tío Sam, según circulaba en las noticias occidentales.
Esas amenazas atemorizantes para propios y extraños trajeron a Gabo a Vietnam desafiando su miedo a volar... o enfrentándolo, con apoyo de Mercedes y de los hijos. Su meta era confirmar lo que afuera del país del Tío Ho se publicaba como cierto: baños de sangre, despojo de bienes, encarcelamientos, expulsión del país, campos de concentración, muerte por hambre y mucho más, como el éxodo de miles en lanchas, barcazas y barcos clandestinos hacia países e islas vecinas pagando fortunas en oro y piedras preciosas y no en pocas ocasiones, costándoles incluso la vida.
No era pues Gabo afecto “a las noticias que circulan de un solo sentido”. Para él, todo era producto de una “guerra de la información”. En Vietnam por dentro García Márquez escribe que llegó “en el esplendor del escándalo (de los boat people), con el propósito único de establecer de primera mano, y aunque sólo fuera para mi conciencia, cuál era la verdad entre tantas versiones contrapuestas”, para añadir que el drama de los refugiados se convirtió en interés secundario al ver “la realidad tremenda del país”, pues los estragos de la guerra contra Estados Unidos seguían sin ser atendidos, como la devastación causada por unas 14 millones de toneladas de bombas arrojadas por los estadunidenses ,“el castigo de fuego más feroz padecido jamás por país alguno en la historia de la humanidad”, 360 mil mutilados de guerra, un millón de viudas, 70 mil prostitutas, 50 mil drogadictos, 8 mil mendigos y 900 mil militares del antiguo régimen por reducar y rehabilitar, además de unas 300 mil toneladas de minas y bombas que no explotaron y que seguirían causando víctimas.
Delirio o realismo mágico
La guerra de la información contra Vietnam era cierta.
Pero entre julio y agosto de 2022 la realidad es impresionante, porque es verdadera, y parece que por magia; lo que vemos hoy pudiera haber sido inimaginable a lo que Gabo vivió hace 43 años, cuando estuvo adentro de Vietnam –como la autora.
Desde la entrada al estilo francés en la calle Le Thach número 2 de la casa de huéspedes para invitados importantes del gobierno vietnamita, donde la familia García Barcha fue alojada, trato de descifrar la actualidad equiparándola a un formidable realismo mágico. A más del resultado del “delirio” estadunidense en Saigón, le tocaron al país sequías e inundaciones, problemas con la frontera de Camboya y de China; se tuvo que reinventar sin perder su identidad socialista con el famoso Doi Moi para la economía. Vietnam es ejemplo de resiliencia total.
Pueblo multitudinario que toma las calles para diversiones y actos oficiales, polígloto, abierto al extranjero, con rascacielos en aparición frenética, constructor de vías terrestres de varios pisos, de océanos artificiales –sí, con todo y agua salada– para atraer a residentes fuera del centro capitalino de Hanoi, plagado de centros comerciales donde los precios rivalizan con las marcas occidentales y tiendas locales de varios pisos sobre un terreno de tres por cinco metros, de gran contaminación ambiental por millones de motocicletas que han sustituido a las millones de bicicletas y rickshaws de las que usó Gabo en ciudades y pueblos visitados, limpio, de mucho verdor y florido, de restaurantes de toda gastronomía, donde la mexicana compite con tacos a los nems, los famosos rollitos vietnamitas y nuevos sitios turísticos de belleza sin igual, como Tran An y Cat Ba.