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Cultura

2022-08-09 08:58

'Falsa liebre', de Fernanda Melchor, acerca al lector a "realidades que no quiere ver"

Fernanda Melchor comparte en entrevista que su atención en el tema de la violencia no es tanto explicar al lector por qué pasa, sino sugerirle elementos a partir de contar una historia dura para sus sentidos y que formule sus conclusiones.
Fernanda Melchor comparte en entrevista que su atención en el tema de la violencia no es tanto explicar al lector por qué pasa, sino sugerirle elementos a partir de contar una historia dura para sus sentidos y que formule sus conclusiones. Foto Pablo Ramos

Ciudad de México. La escritora Fernanda Melchor sostiene que le interesa proponer historias que pongan en la mente de los lectores otras realidades, “para que las vivan y digan que tal vez las otras personas también están sufriendo”, que quizá sus certezas no son tan inequívocas como pensaban.

En entrevista con La Jornada, la narradora refiere que empezó a escribir su novela Falsa liebre, reditada de forma reciente por el sello Literatura Random House, “en una época en la que Felipe Calderón decía: ‘No se preocupen, los narcos se están matando entre ellos’, y entonces, cada desaparición, antes de las fosas comunes, era superfácil que las personas dijeran: ‘Quién sabe en qué andaban metidos, algo habrán hecho’.

“Eso es un discurso que persiste. Como ciudadana, como habitante de México, no tanto como escritora, siempre me ha interesado narrar estas historias para poner a los lectores en la mente estas otras realidades que a veces no queremos ver o ni siquiera tocar con un palito.”

Melchor (Boca del Río, Veracruz, 1982) añade que su atención en el tema de la violencia “no es tanto explicar al lector por qué pasa, sino sugerir algunos elementos a través de contar una historia que resulte atractiva, potente y dura para sus sentidos, pero al mismo tiempo me interesa que cree sus propias conclusiones y pueda tener un contacto con ese otro que parece estar tan lejos”.

Agrega: “Vivimos, más ahora, a través de las redes sociales, en estas especies de burbujas donde creemos que tenemos la razón en todo, que nuestros pensamientos políticos e ideológicos son los correctos, que los demás están mal. En el espectro político en el que estemos. La literatura sirve para adentrarnos en la mente del otro y decir: ‘Tal vez no está mal, tal vez yo soy quien está mal o la sociedad’”.

De víctimas a victimarios

La novelista refiere que desde que escribió este texto, en 2011 y 2012, “nos hemos construido una idea de lo que es una víctima perfecta. Desafortunadamente, pasa también en otros ámbitos; por ejemplo, ahora en la violencia contra mujeres, cuando la víctima no entra en ese molde, decimos: ‘Entonces no es víctima’. En realidad, la violencia es mucho más complicada, y en ella todos somos, en algún momento, victimarios, y en otro, víctimas.

“Me interesaba mostrar un amplio abanico de violencias que suceden a una persona. Hay violencia del Estado contra los protagonistas de la novela. ¿Qué pasa con estos chicos? ¿Por qué nadie ve por ellos? ¿Cómo caen en estos inmensos hoyos del sistema? ¿Por qué el sistema no alcanza a recuperar todo?

“También es una historia sobre dónde están el DIF, la escuela y las instituciones que solían ser sostén y que ahora simplemente los chicos caen en el abismo. Los lazos de la comunidad se han perdido; entonces, cada quien está solo. Son chicos que son víctimas, pero al mismo tiempo su misma condición los hace convertirse después en victimarios, en perpetradores.”

Recuerda que en 2010 se asombró por la noticia de un joven de 14 años apodado El Ponchis, que se encargaba de rematar y desmembrar a personas para un cártel. “Yo quería escribir acerca de las infancias de estas personas que después se convertirían en narcos, acerca de cómo los Ponchis llegaron a ser Ponchis. En los personajes de Falsa liebre –editada originalmente en 2013–; ves claramente a un par de ellos cuando llegan Los Zetas a Veracruz convertidos en sicarios, con una transición muy fácil por todo lo que han vivido”.

El tedio de ser adolescente

La también traductora menciona que desde sus 19 años quería escribir esta novela y los personajes la acompañaron y se fueron transformando, pero “siempre pensé que había dos binomios, el de los falsos hermanos y el de los amigos. Me influyó muchísimo, debo de confesar, la construcción de Guillermo Arriaga en Amores perros, estas historias al parecer separadas de clases sociales semejantes, pero distintas que en algún momento fatal se unen, chocan, tienen esta suerte de eclosión entre ellos.

“La construí desde la forma, que todo pasara en un solo día y cada personaje tuviera un cachito. Empieza con Andrik en la madrugada. Pachi en la mañana. Zahir al mediodía, y luego Vinicio. Así se van dando la estafeta unos a otros. Yo venía de leer muchísimo a los autores del boom, sobre todo a José Donoso, al primer Mario Vargas Llosa, a Manuel Puig. Traía muy metida la idea de que el lenguaje de la literatura latinoamericana tenía que ser experimental, una forma arriesgada.

“Hay momentos donde los personajes están caminando en la calle, viendo el mar o hacia adentro; no haciendo nada, fumándose un cigarro de mota en el cuarto con un amigo frente al ventilador hablando de tonterías. Yo quería reproducir lo que fue mi experiencia, creciendo en el puerto de Veracruz, que es un lugar hermoso, terrible, y al mismo tiempo aburridísimo: el tedio de ser adolescente y no tener adónde ir ni qué hacer.”

Melchor afirma que cuando empezó a escribir se dio cuenta de que “había un lado de Veracruz que la gente no conocía, que desde la literatura nacional no se había abordado, que no pasaba por el carnaval, por Los Portales, el desmadre, por lo turístico, lo tradicional: el cafecito de La Parroquia. Había este otro Veracruz que sólo los que vivimos ahí podemos ver, que hace que la luz del puerto sea más intensa, porque es un lado muy oscuro.

“No me quedó de otra: si iba a escribir una novela, tenía que pasar en Veracruz y hablar de las cosas que me interesaban cuando tenía 28 o 29 años y que sentía que ya estaban desapareciendo. Por ejemplo, es un libro donde no hay celulares, de antes del milenio; básicamente se trata de lo que es ser joven y ya sentirse podrido, antes incluso de haber madurado.

“Tal vez yo estaba muy interesada desde entonces en indagar lo que hay dentro de la mente de los hombres, de los varones, de los muchachos; empezar a explorar ahí lo que durante muchos años ha sido para mí un misterio: por qué los hombres son como son y cuál es su papel en la violencia reciente en México. Se dice que los escritores todo el tiempo hablan del misterio de lo femenino. Bueno, para mí lo masculino también es un misterio.”

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