Según la métrica que el gobierno y el Presidente han elegido para evaluar la realidad que circunda sus quehaceres como gobernantes, no es posible afirmar que los problemas nacionales se han tornado de extrema gravedad. Desde su óptica, la realidad no es problemática, los asuntos se abordan “en tiempo y forma”; los resultados suelen ser positivos e incluso motivo de festejo.
Desde los miradores del Presidente no es exagerado imaginar una campaña electoral presidencial articulada, del lado moreniano, por la celebración, y del lado de la oposición, por un discurso entre cansino y lúgubre que combinaría el mal o mediocre desempeño económico con la inseguridad y la violencia imperantes, sin espacio para establecer algún diálogo político.
Más allá de las encuestas y los cantos victoriosos, nos acercamos a un momento decisivo que inspira temor y mucha incertidumbre; no sólo para los contendientes formales, sino para muchos mexicanos. Lo que está frente a todos nosotros es recuperar visiones de largo plazo, que ha sido empeño de muchos técnicos y expertos, como ocurría con el Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (IEPES) del Partido Revolucionario Institucional “histórico” y lo fue también, aunque rápidamente haya sido una tarea despreciada, en los partidos que emergieron con la transición democrática, en particular el Partido de la Revolución Democrática y algunos de sus asociados o prójimos.
Crucial dimensión de la política, partidaria y no, es una tarea política que debe ser recuperada de inmediato. En este sentido, la convocatoria hecha en repetidas ocasiones por Cuauhtémoc Cárdenas para acometer esta misión programática adquiere particular urgencia y relevancia; además debe ser recibida con generosidad por las mejores mentes de México.
El futuro está cargado de escollos y dificultades; de escepticismos en muchos jóvenes ciudadanos y de fragores bélicos en no pocos contingentes. Ánimos y humores que no contribuyen a esclarecer los horizontes: el tiempo nublado, como lo dijo el poeta Paz, y los tiempos mexicanos, que diría Carlos Fuentes, sólo anuncian adversidades.
Para empezar a construir unos escenarios de esperanza, robustos y enraizados en el ánimo nacional, ya deben ponerse en juego convicciones y talentos; circular ideas, propuestas, hipótesis de trabajo, visiones. La política no es misión imposible. Es tarea obligada, ineludible, que es necesario entender como compromiso republicano.
La política debe recuperar su hálito creativo y propiciar planteamientos y entendimientos capaces de aunar fuerzas, sumar a todos los interlocutores, sean lejanos y rejegos, sean cercanos y convencidos de que otro camino y otra forma de entender y hacer política son posibles porque son vitales. En la perspectiva de un genuino proyecto nacional compartido, de un cambio que sea creíble.