Si bien la invasión rusa a Ucrania ha cambiado de manera significativa el paisaje político mundial hasta el punto de −según algunos− marcar “el fin del ‘fin de la historia’” (bit.ly/3btzQoh), seguramente “es todavía demasiado temprano para decir” −recordando al viejo sofismo de Zhou Enlai (bit.ly/3d8Erg7)− qué impacto tendrá a largo plazo. No obstante, a corto plazo, ya es posible ubicar a varios “salvados” que −como en Monopoly− se sacaron la tarjeta “quedas libre de la cárcel”.
1. Virus SARS-CoV-2. De modo en verdad impactante, como un milagro, de un día para el otro la pandemia –después de dos años de cansancio− desapareció de la agenda y ha sido sustituida por la guerra, confirmando el hecho de que las pandemias, históricamente, siempre han sido asuntos bastante estériles políticamente (bit.ly/2LJUFda). Aunque al principio varios políticos −Trump, John-son et al.− han abrazado la metáfora de la “guerra” para hablar de su lucha en contra del covid-19 comparando el momento actual a las batallas del pasado (Pearl Harbour, Blitz, etcétera) −el uso que más bien, como alertaba en tono agambeniano, Carlo Ginzburg, “allanaba el camino a la limitación de las libertades individuales, con base en las nuevas tecnologías” (bit.ly/3Q3caWK)−, en realidad, aparentemente, no podían esperar de cambiar esta “guerra” por una de verdad. De modo sintomático −como bien predijo en algún momento Patrick Cockburn, un viejo corresponsal de guerra− la pandemia “desapareció” tal como suelen “desaparecer” últimamente las guerras mismas: “Ninguna de las guerras que cubrí [Afganistán, Iraq, etcétera] ha terminado realmente. Lo que sí ha ocurrido, sin embargo, es que en buena medida han acabado alejándose, si no desapareciendo, de la agenda informativa (…) algo similar podría suceder con la pandemia” (bit.ly/3JBgDgP).
2. Unión Europea (UE). Resulta irónico que un bloque político que nació explícitamente para darle la vuelta a la página de las guerras en Europa −en particular al trauma de la Segunda Guerra Mundial− y prevenir que la “historia se repitiera”, haya sido salvado por la siguiente guerra en el continente, al reinstituir y abrazar nuevamente el viejo modelo de la guerra fría del “Occidente militarizado”. Con este “truco” la UE logró neutralizar −sin resolver− algunas de las destructivas tendencias internas que la desgarraban desde, al menos, la crisis financiera de 2008 − Brexit, “la cuestión del sur”, Polonia/Hungría, etcétera−, encontrando una nueva/vieja “razón de ser” en fungir de “un apéndice civil a la OTAN” (bit.ly/3zWR2vx, bit.ly/3vGnLmq).
3. OTAN. Lo mismo pasó con la OTAN que “retornó como un rey”, como anotó Wolfgang Streeck (bit.ly/3zynqmX) y resurgió de las cenizas regresando a los viejos modos guerrafrieros. En esto no sólo se apoderó de la UE como su “componente geoeconómico” (bit.ly/3PWQ2NE), sino que emprendió en una inédita carrera armamentista (bit.ly/3BITyXJ) injustificable antes por ejemplo con la sola “guerra al terrorismo” (el dinero que no estuvo para financiar la lucha contra la pandemia y que nunca está para resolver los problemas sociales). Todo esto acompañado de un curioso borramiento de la memoria pública de la lúgubre y vergonzosa historia de sus “logros” militares de las últimas décadas: Kosovo, Afganistán, Iraq, Libia, etcétera.
4. Recep Tayyip Erdoğan. Si bien ya desde 2015 y la crisis de los migrantes el presidente de Turquía se posicionó como una figura “útil” para Europa/UE, chantajeándola periódicamente con abrir sus fronteras e “inundarla” con los refugiados de Siria, Iraq o Afganistán si no recibía más fondos para irlos “conteniendo/manejando”, es la guerra en Ucrania y su, igualmente después de un chantaje inicial, “visto bueno” a la ampliación de la OTAN por Suecia y Finlandia que lo convirtió en un “jugador clave”. Con esto logró volverse “presentable” y suprimir todas −muy merecidas− críticas por sus políticas autoritarias o su guerra a los kurdos, abandonados primero por EU y ahora por la UE tras esta transacción (bit.ly/3dbNE7n).
5. Mohamed bin Salmán. El príncipe-heredero de Arabia Saudita, igual que Erdoğan gracias a la Realpolitik, quedó “absuelto” y ensalzado como el “aliado invaluable”. Sin importar que preside un régimen opresivo y autoritario. Sin interesar que habitualmente ordena asesinatos de sus opositores, como el del periodista Jamal Khashoggi. Biden, Macron, todos ya le lavaron la cara, incluso el propio Erdoğan que inicialmente chocó con Arabia Saudita por el asesinato de Khashoggi −cometido de hecho en Estambul−, filtrando todos los detalles en su torno (bit.ly/3A7Qcwp).
Los enemigos de ayer que nos acechaban por todos lados y a quienes les declarábamos “guerra” (SARS-CoV-2), apenas quedan mencionados, aunque nos sigan matando (después de todo, ¡¿cómo distanciarse socialmente en un tanque?!). Los organismos que ayer se desmoronaban por su propio peso (UE) o sufrían derrota tras derrota (OTAN), son hoy nuestros salvadores y garantes de estabilidad/victoria (aunque se sigan desgarrando o llevándonos al borde del apocalipsis nuclear). Los parias de ayer –Erdoğan, bin Salmán– son los aliados de hoy en la lucha por el “mundo libre”, mientras siguen fortaleciendo sus propios regímenes autoritarios (igual que en la “original” guerra fría lo hacían Franco, Pinochet o la Sudáfrica del apartheid, “nuestros ‘hijos de puta’”). La guerra en Ucrania tiene efectos “mágicos”. Parece un juego, pero no lo es.