Entre poesía y anécdotas transcurrió el homenaje que se rindió el jueves pasado en el Complejo Cultural Los Pinos a Jesús Orta Ruiz (1922-2005), mejor conocido como El Indio Naborí, una de las figuras de la poética cubana del siglo XX.
Caracterizado por su atmósfera íntima y festiva, el acto fue parte de las celebraciones que se han desarrollado este año en Cuba y México por el centenario de quien es considerado el gran renovador de la décima espinela.
Fue una sesión de casi dos horas en la que los poetas isleños Fidel Orta Pérez, Waldo Leyva y Margarita Sánchez evocaron la vida y obra de ese autor de La Habana, además de leer en voz alta algunos de sus poemas y del homenajeado.
Según Leyva, El Indio Naborí es “uno de los poetas más queridos” por el pueblo de aquella nación caribeña y del resto de América Latina.
Mencionó que en la pasada Feria Internacional del Libro de La Habana no faltó día en que no hubiera al menos dos o tres actividades para homenajearlo, a lo que sumó que en México se le rindió otro tribu-to en Veracruz.
El 13 de agosto se realizará un diálogo sobre su vida y obra y un encuentro de improvisadores en el Museo Nacional de Culturas Populares (Hidalgo 39, Centro de Coyoacán), a partir de las 15 horas.
“El Indio era, como poeta y ser humano, inagotable. Fue bendecido por la naturaleza. Primero, era hermoso; segundo, un luchador social inclaudicable; cantaba como nadie; sus décimas renovaron toda la tradición decimista de Iberoamérica; era un poeta culto; escribió, posiblemente, una de las mejores poesías del siglo XX. Tenía todo”, afirmó.
En su condición de hijo del homenajeado y también de poeta, Fidel Orta Pérez recitó de memoria y leyó varios de los poemas de El Indio Naborí correspondientes a diversas épocas de su vida.
Entre un poema y otro, el también narrador y guionista recordó pasajes y anécdotas de la vida de su padre, a quien definió como poeta polifónico de muchas aristas emotivas y creativas.
“La crítica lo tiene como el gran renovador de la décima espinela; en lengua española es muy reconocido en ese sentido, pero otros lo consideran renovador o rescatador del soneto como forma estrófica; otros de la poesía política. Fue extraordinariamente ligado al proceso político cubano desde antes de que triunfara la revolución y hasta su muerte, en 2005.”
Fue “un hombre con una vida muy intensa en la que todo partía de la emoción. Tenía una gran virtud, analizando su poesía: que en él el tema no buscaba la emoción, sino que ésta era la que buscaba el tema. Se emocionaba y después cantaba, escribía. Por eso hay tanta emoción en su poesía, incluso en la política”.
Aseguró que aunque como hijo fue muy insistente con él para que escribiera sus memorias, luego de que quedó ciego –“uno de sus grandes dramas humanos”–, jamás accedió a hacerlo.
“Cuando fue a Panamá lo recibió Omar Torrijos y habló con él; lo mismo pasó con Salvador Allende en 1972, en Chile, y jamás contó lo que pasó en esos encuentros, como tampoco los que tuvo con Fidel (Castro), el Che (Guevara), Nicolás Guillén y otros grandes poetas cubanos”, señaló.
“Decía que esas eran situaciones coyunturales, que lo más importante de su vida estaba en sus poemas; que quien quisiera acercarse a él, conocerlo por dentro, su secreto, su misterio, debería acercarse a su poesía, donde encontraría todo.”