Con el gobierno del general Lázaro Cárdenas el Estado revolucionario adquirió la potestad política de designar a su sucesor. Estaba ahí, a su vera, el general Francisco J. Múgica, de talante ideológico más a la izquierda que el propio Cárdenas, pero optó por el general Manuel Ávila Camacho, claramente a su derecha; y el gobierno continuó por la derecha, inaugurando el camino de la corrupción, con Miguel Alemán Valdés… y el Estado revolucionario se fue desrevolucionando rápidamente, hasta abrazar sin complejos el neoliberalismo más feroz; priístas y panistas convirtieron el Estado en su patrimonio propio y, sin más, hicieron de México un país gobernado por bandas de ladrones desaforados. Llegó la rebelión electoral de 2018 y la conformación de un gobierno con múltiples políticas de beneficio para los de abajo. No obstante, la “cultura” corrupta y patrimonialista había cundido en la sociedad y la mentalidad saqueadora y corrupta pervive en funcionarios y en incontables y sobornables jueces Gómez Fierro, expertos en hacer de la ley un batiburrillo apto para acorazar corruptos, sean “personajes” de la política de antier o sus abogados, los Collado y sus congéneres. Con el mismo ahínco con que cubren a poderosas empresas extranjeras y mexicanas que atracan los bienes del pueblo.
De los tres posibles candidatos (¿o dos?, ¿o una?) que sucederán a AMLO, ninguno está a su izquierda. Será de verse si el/la elegida(o), ya como candidata(o) oficial, muestra una índole distinta de la que hoy se advierte. Muy pronto el futuro de la 4T se internará en el desfiladero de la incertidumbre: en cuanto haya un(a) candidato(a) oficial; y ello ocurrirá cuando la supervivencia de la 4T está exigiendo enderezarla hacia la izquierda, más a la izquierda del camino que hoy transita. Los peligros del mundo que hoy en todas partes se ciernen sobre las mayorías de abajo, demandan encararlos con gran fuerza y determinación. Más aún en la amenazante condición en la que México vive, tan profundamente imbricado económica y políticamente con la potencia del norte, el imperialismo más implacable. Ningún otro país ha vivido con tamaño mastodonte encima.
Es imposible asumir consistentemente esa posición de firmeza frente a los desafíos presentes en la escena, sin continuar avanzando, de manera clara para todos, en la separación del poder político de los intereses privados: los externos y los internos. Es imposible asumir esa postura, sin construir una relación profunda de entendimiento entre las decisiones de la 4T y el pueblo de México en su diversidad. Es imposible crear esa relación para el gobierno que seguirá al de Andrés Manuel, sin una política pública que se apegue cercanamente a las disposiciones del artículo 4 constitucional, y cumpla con los derechos sociales ahí proclamados y los haga cumplir, iniciando así la creación de un Estado social de derechos, sociales e individuales.
Durante el camino andado por la 4T, se han dejado ver, sin tapadera alguna, los intereses privados opuestos a la creación de un Estado así. Algunos de los defensores mediáticos de esos intereses, hoy en día llegan a una histeria aulladora y mendaz, de altísimos decibeles, que puebla las redes sociales, sin armisticio posible: en la época electoral que se avecina irán a peor sin descanso. Es menester desentenderse de ese ruido fragoroso; es ruido, ruido infernal desechable. No cuenta para un proyecto de creación institucional de un Estado de derechos sociales, y para la magna obra de organizar la economía pública, y la social, para cumplir con esos derechos. Todo ello son líneas básicas de un gobierno de izquierda.
El papel de Morena, claramente, es organizar al pueblo para que, lejos de abandonar el movimiento, pueda levantarlo en torno a las demandas al gobierno para la creación de ese Estado. La indiferencia del pueblo respecto al ruido aludido, lo hará pasar no a la historia sino al olvido.
¿En qué está Morena? Sábado y domingo pasados en comicios distritales eligieron a sus congresistas. Un ejercicio en que las irregularidades y actos dudosos respecto de su validez reglamentaria y legal menudearon, sin que al escribir estas líneas estuviera claro el balance. Morena exigió la afiliación para tener derecho a votar, pero el Tribunal Electoral lo contradijo: ¿qué ocurrió? ¿lo sabremos? Por lo pronto ya se advierte un nuevo problema con un padrón acrecido al menos de modo extraño y confuso.
Miembros de Morena, quién sabe cuántos, no están en tareas sustantivas como las enumeradas. Son los morenistas priístas, panistas y perredistas: están en el rejuego de las celadas y las intrigas. La “cultura” marrullera no se disipa con el viento. Como además siguen vigentes las reglas instituidas de ese rejuego y siguen vivos los vicios de quienes no hacen de la política un medio para servir al pueblo, sino uno para encaramarse a los puestos posibles para atender a su santo, la elección sabatina y dominical de sus consejeros no podía sino incluir a los aviesos. Qué tiempos.