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Cultura

2022-07-31 06:00

Me interesa dignificar la figura del vaquero y que la gente la conozca: Isabel Vaca

Fotogramas del documental que llegará a la cartelera mexicana el 4 de agosto. Foto cortesía de Piano
Periódico La Jornada
domingo 31 de julio de 2022 , p. 6a

Hace poco más de dos meses que el juez primero de distrito en materia administrativa de la Ciudad de México, Jonathan Bass Herrera, aceptó un amparo interpuesto por la asociación civil Justicia Justa para prohibir las corridas de toros en la Plaza México y que el 10 de junio se le concediera la suspensión definitiva por un juzgado federal. Además, el número de julio de la edición en castellano de la revista de la Sociedad Geográfica de Estados Unidos dedica su portada a los vaqueros de Baja California Sur, al señalarlos como “un estilo de vida que se desvanece”.

Por esas extrañas conexiones que suelen ocurrir entre el cine y su sociedad, un fenómeno tan extraordinario como difícil de explicar, el próximo 4 de agosto llegará a la cartelera mexicana el largometraje documental Temporada de campo (México, 2021), debut en la dirección de la cineasta Isabel Vaca, que justamente retrata la vida cotidiana de las familias que mantienen el oficio de la ganadería taurina sin plantearse como una defensa –tampoco como una crítica– a las corridas de toros, sino al entorno del campo mexicano y de la crianza.

“¡Pues que el maltrato animal y luego… pues digo que primero viden y luego dicen!”, plantea en la película Bryan Cortés Cortés, un niño de 12 años mucho más entusiasmado por abrazar el trabajo en el rancho que por acudir a la escuela pública –donde sus compañeros lo hostigan por su ropa vaquera–; alimenta con cuidado a un becerro rechazado por la madre bovina; al tiempo que juega lo mismo a torear que a los polleros y los migras –en lugar de a policías y ladrones–, o pregunta sobre su padre, que nunca volvió de Estados Unidos, mientras disfruta de un esplendoroso y libérrimo verano vacacional con su familia.

“Es una frase muy honesta que viene de un niño de 12 años pero que tiene muchísima verdad. Está bien que estés a favor o en contra, no pasa nada, pero lo mínimo que puedes hacer es entender y conocer el contexto y el espectro de las corridas de toros, no nada más una parte”, plantea Isabel Vaca.

Una visión del universo diferente

Desde diciembre de 1997, la familia de la realizadora ha sido propietaria de la hacienda La Punta, un rancho de toros de lidia en Lagos de Moreno, Jalisco. Durante ese cuarto de siglo, la familia del infante protagonista ha trabajado en esa ganadería. Así que la directora, egresada de Comunicación por la Universidad Anáhuac México Norte con especialidad de Cinematografía, que creció con gran cercanía a ese mundo del campo, de la crianza de animales y, sobre todo, de los vaqueros, decidió iniciar la filmación de su obra debut en ese contexto.

“Conforme iba creciendo fui adquiriendo un gran respeto y admiración a esta profesión del vaquero, porque estos oficios medio olvidados aún existen y van pasando de generación en generación. Y aunque no sabía bien qué narrar, supe que algo tenía que hacer con este mundo. Además tenía acceso a una de las pocas familias que aún se dedican a este oficio en el campo y tenía muchas ganas de retratar este universo de alguna forma”, explica Isabel Vaca.

Pese a ser totalmente capitalino y no ser taurino, el productor Arturo Mendicuti pasó largo tiempo interrogándose qué era lo que le llamaba la atención y le atraía del proyecto y llegó a la conclusión de que era una visión del mundo y de la vida totalmente distinta de lo que él conocía.

“Tenía una visión tan citadina y tan alejada del campo que ni si quiera sabía ni entendía cómo funcionaba y me llamó profundamente la atención ver todo ese amor que tienen los vaqueros por la naturaleza, por los animales y por su oficio. Me gustaría que la gente que tiene una visión tan alejada pudiera acercarse y tener una visión diferente a partir de estos retratos”, añade el egresado de la misma especialidad en la Anáhuac.

Un retrato del campo y la niñez

La confección de la película inició en 2016 con la creación de un teaser que ganó un apoyo del Latin American Film Fund del ya extinto Tribeca Film Institute; luego, el proyecto pasó por la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, en Cuba, y por el Camp Latino en Panamá, Costa Rica y Alemania, y finalmente ganar uno de los últimos fondos del también extinto Foprocine. Su estreno mundial ocurrió en el Visions du Réel, en Suiza; luego acudió al Hot Docs, de Canadá, y otros festivales de cine documental como los de Moscú y Montreal, además de ganar como Mejor Documental en el de Cine Iberoamericano de Miami y el Premio del Público en Morelia.

Dado que el tema taurino resulta no sólo polémico sino que provoca opiniones radicales en la sociedad, resultó muy complejo y fue motivo de largas y abundantes pláticas, recuerda Mendicuti, hasta encontrar que no era una película sobre los toros sino un retrato del campo y un retrato de esas infancias que viven en ese México muy particular. Y aunque no planearon que su estreno ocurriera justo a unas semanas de la prohibición, aunque sabían que iba a pasar tarde o temprano, pues: “era un tema latente e incluso pensábamos que iba a ocurrir mientras filmábamos y que el documental tomara el camino de la familia ya cuando ha perdido el trabajo y tuviera que enfrentarse a ese problema”.

Aunque al iniciar el proyecto Isabel ni siquiera conocía a Bryan, muy pronto conectó con él no sólo porque comparten gustos parecidos sino porque es un niño carismático y muy sensible con una gran historia, por lo que se dio cuenta de que la película podía contarse a través suyo.

“Es una película sobre la infancia pero en la que el mundo de los toros está como telón de fondo, no lo puedes evitar, es lo que ellos hacen y de eso viven. A mí me interesaba mostrar el otro lado de la moneda, mucha gente se queda con la impresión de la plaza, de la sangre, que sí es muy fuerte pero está el otro lado, que es el campo y las familias que viven de esto, que es un oficio que se transmite de generación en generación y que probablemente termine desapareciendo como los mismos toros. Me interesaba mucho dignificar y honrar esta figura del vaquero y que la gente la conociera, sin afán de tener una postura al respecto, pero es delicado que justamente este tipo de oficios en México estén en riesgo de desaparecer”, concluye.

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