En varias regiones del mundo, destacando importantes experiencias en Latinoamérica y África, se han creado comisiones por la verdad con el objetivo de coadyuvar en procesos de justicia, encaminados a la construcción y consolidación de la paz. Se establecen después de hechos atroces, ya sea porque éstos hayan cesado, o en momentos de inflexión histórica para un determinado país o región. Con el paso de los años estas comisiones han ido evolucionando, se adecuan conforme a las necesidades de los diversos contextos en los que se han experimentado hechos atroces de violencia y graves violaciones a los derechos humanos. Muchas han tenido mandatos amplios, que pasan por generar procesos extraordinarios para fortalecer los procesos ordinarios para la verdad y la justicia. Asimismo, quienes han sido personas comisionadas, y todos sus equipos de trabajo, han empeñado su esfuerzo por generar estrategias para prevenir la repetición de tales hechos. También han planteado caminos por recorrer hacia la paz. Algunas de estas comisiones han abordado asuntos complejos, como la amnistía para los perpetradores, buscando también con ello proponer responsablemente vías para la reconciliación. Reconociendo que me quedo corto en espacio para incluirlos a todos, menciono algunos de los ejercicios que vienen a mi mente: la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), en Argentina, que tuvo como presidente al escritor Ernesto Sábato. También pienso en la Comisión de la Verdad y la Reconciliación en Sudáfrica, centrada en esclarecer y enfrentar la segregación racial, apartheid, que presidió el arzobispo Desmond Tutu. Igualmente, las Comisiones de Guatemala, Perú, Chile, Ruanda, y tantas otras que han sido instrumentos nacidos desde el seno de la búsqueda de la paz con justicia y dignidad. Hoy todos estos trabajos alimentan otros ejercicios, como es el caso de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición en Colombia (en adelante Comisión de la Verdad en Colombia). Esta comisión presentó recientemente su informe ante todas las víctimas y grupos que fueron implicados en ese ejercicio y frente al nuevo gobierno electo, encabezado por Gustavo Petro. El resultado de sus trabajos, por más de tres años y siete meses, no se convierte en un punto de llegada, sino en un punto de partida, para consolidar la paz en aquel país hermano. A decir de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la Comisión de la Verdad se erigió como un mecanismo facilitador de la verdad histórica para la sociedad colombiana, fomentando la reconciliación nacional. Es también relevante la incorporación de enfoques diferenciales y multidisciplinares en el esclarecimiento de los factores estructurales y los impactos múltiples del conflicto armado sobre las víctimas y la sociedad colombiana como un todo.
Resulta trascendente conocer a fondo lo que ahora la Comisión de la Verdad en Colombia ha sistematizado y publicitado. Los varios volúmenes emitidos son memoriales que recogen la voz de las víctimas, pero también la de quienes voluntariamente aceptan sus responsabilidades. Los detalles del proceso, sus resultados y contexto amplio se pueden consultar en el magnífico sitio de internet https://www.comisiondelaverdad.co/. En sus cientos de páginas se pueden leer invitaciones a la acción que calan, como ésta: “Estamos convencidos de que hay un futuro para construir juntos en medio de nuestras legítimas diferencias. No podemos aceptar la alternativa de seguir acumulando vidas despedazadas, desaparecidas, excluidas y exiliadas”. Interpelaciones que hacen ahora sentido en muchos países de América Latina y el Caribe. Considerando el significado trascendente que nos plantea este primer resultado de la Comisión de la Verdad en Colombia, no dudo en reflexionar sobre su importancia para el pueblo colombiano y en su referencialidad para México, donde también se realizan ejercicios encaminados a la verdad, la justicia y la construcción de la paz. Por ejemplo, la Comisión por el Acceso a la Verdad y el Esclarecimiento Histórico y Justicia a las Violaciones graves a los Derechos Humanos cometidos entre los años 1965-1990. Qué importante es que, reconociéndose estos ejercicios por la verdad, en México se logre aprovechar también el modo de proceder de la Comisión de la Verdad en Colombia. No dudo que el referente que ahora tenemos en Colombia es benéfico para México y para toda América, pues seguimos enfrentando el aumento de la violencia y una crisis grave de derechos humanos, que traen consigo el sufrimiento constante de miles de personas.
Hoy es urgente atender el llamado realizado desde Colombia, que siendo ciertamente alzado para Colombia, no deja de ser también para quienes habitamos o transitamos por toda la región del continente.