La (in)satisfacción de la necesidad de vivienda (V), se evalúa en tres dimensiones: materiales de construcción, desde precarios hasta protectores y duraderos; espacio disponible (hacinamiento): relación entre número de personas y espacio disponible en la V, y los servicios básicos de ésta: agua, drenaje o similar, electricidad y disponibilidad de baño con agua corriente. La estructura de materiales de muros mejoró: aumentó la proporción con muros de ladrillo o tabique (los únicos considerados como satisfactorios) de 24.1% a 44.2% entre 1960 y 1970 y a 56.2% en 1980. El avance es más rápido en el primer decenio, y aunque en el decenio donde se ubica el gobierno de Echeverría se mantuvo el mejoramiento, se desaceleró un poco, a pesar de la creación del Infonavit. Ello podría quizás explicarse porque los 60 fue el periodo de urbanización más rápida del país (incremento absoluto de población urbana de poco más de 12 millones, 68.2%) y este material tiene poca presencia en el medio rural. El hacinamiento (H) está determinado por la relación entre la población y el n.º de V (así como su tamaño, expresado en n.º de cuartos) y sus respectivas dinámicas de crecimiento. Por eso empiezo analizando la evolución de las V y sus ocupantes (O). En el decenio 60-70, los O aumentaron mucho más rápido (45.2%) que las V (30.6%), y lo contrario ocurrió en el decenio 1970-1980: las V crecieron en 39.5% y los O en 20.8%. En consecuencia, el promedio de O por V creció en el primer decenio (de 5.45 a 6.06) y decreció en el 2°: a 5.25. Dos rasgos de la demografía nacional en los años 60 y 70 fueron el muy rápido crecimiento poblacional y la aceleradísima urbanización. El esfuerzo constructivo urbano fue aún más rápido: el n.º de V casi se duplica en los dos decenios. Veamos ahora el H calculado con un máximo normativo de personas por cuarto, contando la estancia como cuarto apto para dormir. Aunque el mínimo adecuado es el de personas por dormitorio, no se cuenta con este cálculo para 1960. “Dada la menor tendencia a dividir el espacio interno de la V en el medio rural, se adoptó como límite máximo 2.5 personas por cuarto en este medio y 2 personas por cuarto en el urbano” dice el vol. Salud de Coplamar. Cocinas y baños se excluyen del cálculo de cuartos. A diferencia de otras variables examinadas, las personas hacinadas aumentaron de 74.4% de la población a 78.3% y las V hacinadas de 61.5% a 66%, entre 1960 y 1970. En cambio, después de 1970 hay un descenso fuerte tanto del porcentaje de personas hacinadas (de 78.3% en 1970 a 61% en 1980) como de las V hacinadas (de 66% a 48.7%).
Los servicios cuya evolución voy a analizar, de 1970 en adelante, porque en 1960 no hay información sobre electricidad, son: agua entubada al interior de la vivienda, drenaje y electricidad. En 1970 no hay información sobre baño con agua corriente que sí está disponible para 1960. Los niveles de cobertura de los tres indicadores de servicios con datos en 1960, los tres de carácter sanitario, eran inferiores a 30%: drenaje (28.9%), agua entubada (23.5%) y baño con agua corriente 20.8%. La proporción de viviendas con drenaje, con electricidad, y baño con agua corriente crecen en los decenios en los que se cuenta con información. El porcentaje de V que cuentan con agua entubada al interior crece en los dos decenios: de 23.5 a 38.8% en el primero, y de 38.8% a 52.5% en el segundo. En drenaje, las cifras pasan de 28.9 a 41.5% en el primer decenio, y de 41.5% a 51.1% en el segundo. En rigor, los tres indicadores sanitarios, los dos anteriores y baño con agua corriente son correalizables, es decir, que sólo estando los tres presentes se logra una condición sanitaria adecuada en la V. Por ejemplo si el excusado no tiene agua corriente, se complica (o imposibilita si no hay tubería que conecte el excusado con el drenaje público) el desalojo de las excretas hacia el drenaje público. En los censos más recientes la batería de preguntas más detalladas hace posible definir las V que tienen todas las condiciones sanitarias mínimas. Una manera posible de analizar los datos disponibles en 1960 y 1980 sería interpretando el indicador de baño con agua corriente como el porcentaje de V que cumplen con las condiciones mínimas adecuadas, mismas que habrían evolucionado desde 20.8% en 1960 hasta 42% en 1980. Lamentablemente este indicador no se captó en el Censo de 1970, lo que hace imposible ver el efecto del sexenio 1970-76. De los tres servicios “tradicionales”, electricidad es el que tiene, con mucho, la más amplia cobertura. Ya en 1970 el 58.9% de las viviendas contaban con ella y el salto 1970-1980 es muy alto, llegando a 77.5%, 18.6 puntos más. Dado que los tres servicios tradicionales (agua entubada al interior, drenaje y electricidad) son indispensables, sólo las V que cuentan con los tres servicios se pueden considerar no carenciadas en la materia), mientras las demás son carenciadas en diversos grados que se pueden clasificar como estratos de insatisfacción de estas necesidades: las que cuentan con dos servicios (carecen de uno) podrían clasificarse en pobreza moderada de servicios de la vivienda; las que tienen un servicio (carecen de dos) se pueden calificar como en pobreza extrema; y las “sin ningún servicio” se pueden considerar en indigencia. Así llegamos a la siguiente estratificación social en servicios de la vivienda: indigencia, pobreza extrema, pobreza moderada y sin pobreza. En 1970 esta pirámide (de forma usual en los tres primeros escalones) tiene los siguientes porcentajes (sin decimales): 36-20-13-31, donde los valores más altos están en los extremos. Esto cambió mucho en los 70 y en 1980 es: 19-20-21-40, que es una pirámide invertida con escalones pequeños en la parte de abajo (los tres estratos carenciados son casi del mismo tamaño) y un escalón enorme en el estrato sin pobreza (que duplica en promedio a los estratos de pobres). En el decenio, las V sin servicios bajaron de 36 a 19%, casi reduciéndose a la mitad, mientras en el otro extremo las que cuentan con los tres servicios pasaron de 31 a 39.7%, y los estratos intermedios, en pobreza moderada y extrema, vistos en conjunto, crecieron de 33 a 41%. Debe destacarse que el estrato “con un servicio” (pobres extremos), la inmensa mayoría (78% en 1970 y 87% en 1980) cuentan sólo con electricidad. Esto (y el altísimo nivel de cobertura que alcanza) refleja el papel de las empresas públicas de generación y distribución de electricidad, que pueden tender redes de distribución del fluido eléctrico, aunque ello no resulte lucrativo. Concluyo así esta serie habiendo mostrado que el gobierno de Echeverría mejoró sustancialmente las condiciones de vida de la población, paradójicamente al lado de su brutal rostro represivo.
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