Después de los terremotos de septiembre del 2017, muchas escuelas quedaron dañadas: su infraestructura está dividida, tienen grietas irreparables, se perdieron sus cimientos y sus soportes son débiles. Las rupturas son evidentes y sus servicios son casi inoperantes.
Así se encuentra la Secretaría de Educación Pública (SEP); no por su estado físico, sino por las tremendas divisiones y fragmentación dentro del equipo de Delfina Gómez Álvarez.
Esto no es nuevo. Durante sexenios anteriores, desde la oficina de Vasconcelos apenas un puñado de funcionarios ejecutaban los peores golpes al sistema educativo nacional, dividiendo profundamente al magisterio, al normalismo nacional, a la educación pública y a sus principios de laicidad y gratuidad; aunque se prometió que en este sexenio no repetirían esas prácticas, la realidad dista mucho de los discursos demagógicos.
La división dentro de la SEP no es ninguna suposición. Esto lo ha confirmado el mismo Marx Arriaga, director de Materiales Educativos, quien reconoció que “las principales resistencias para llevar a cabo un cambio profundo en el sistema educativo no se encuentran en las estructuras de la derecha o de oposición, sino dentro de la misma dependencia”.
En el encuentro que sostuve con el funcionario el pasado 21 de julio en Michoacán, donde protagonizamos un acalorado pero respetuoso debate respecto a la propuesta curricular 2022 (https://youtu.be/dE1QVHmsRBw), Arriaga reveló que, efectivamente, existe una fragmentación en la secretaría. Por un lado, señaló, están quienes “quieren avanzar con la propuesta” y por el otro quienes “mantienen un pensamiento conservador”.
Aunque nadie hablaba de ello públicamente, esto ya se percibía de manera clara.
Por ejemplo, en la discusión sobre la propuesta educativa, no están presentes personajes que deberían ser claves en ello. Es preocupante la ausencia de la titular de la Dirección General de Desarrollo Curricular, de la Subsecretaría de Educación Básica o de la misma titular de la SEP, quien parece más preocupada por los venideros procesos electorales en el estado de México que por los asuntos del ámbito educativo. No se ve desde la SEP un sentido de comunidad y colectividad, como se pretende implementar en el nuevo marco curricular.
Sin embargo, en el magisterio sí existe. A pesar de las reformas educativas, de funcionarios, de iniciativas y discusiones político-electorales, de organizaciones sindicales o iniciativas empresariales, los docentes mantienen vivo el sistema educativo nacional.
Sus propuestas alternativas, la experiencia en el aula y el aterrizaje de los programas en los diversos contextos del país hacen que, de una forma u otra, este barco sin capitán avance. Aunque parezca, como decía Reyes Heroles, un elefante reumático que se va moviendo lentamente.
Las comunidades de aprendizaje que tanto se promueven en la propuesta curricular y los encuentros dialógicos que pretenden presumir, deberían comenzar allá arriba, desde la oficina de Vasconcelos y Torres Bodet. Si esto no sucede, estaríamos presenciando una simulación más, de ésas que nos tienen agotados y que, de a poco, van comprometiendo el futuro del país.
Urge saber si esas grietas se pueden reparar o si será necesario tirar la vieja estructura y comenzar a construir todo de nuevo, desde abajo.
* Periodista especializado en educación.
Twitter: @elErickJuarez