El constante cambio en el uso de suelo en las grandes ciudades es uno más de los factores que inciden en el aumento de la temperatura general y se prevé que esa se elevará un grado para 2060 ante la pérdida de cuerpos de agua, áreas verdes y el crecimiento de las metrópolis,.
Así lo reveló un estudio de Erika Danaé López Espinoza, del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, sobre qué pasaría si las urbes tuvieran un tipo de uso de suelo diferente al actual.
En un foro sobre el tema, la investigadora detalló que al revisar el comportamiento que tiene la sociedad respecto al uso del suelo (sin contar el efecto del cambio climático ni la isla de calor) se observa que la desaparición de los cuerpos de agua genera aumento de la temperatura y la reducción de lluvias en la Ciudad de México, Hidalgo y estado de México.
“El incremento en la temperatura media en este escenario de urbanización se presenta, mayormente, con aumentos en Tláhuac y Xochimilco con 0.8 y un centígrado más para la Ciudad de México”, puntualizó.
Para Zumpango, Tepotzotlán, Ecatepec y Texcoco, en el estado de México, se prevén subidas de uno a 1.3 grados, mientras en la cuenca hidalguense y el Llano de Tula las alzas son de 1.1 grados.
A escala global, detalló, la expansión de las áreas urbanas representa una de las transformaciones más notables de nuestro planeta porque requiere de infraestructura de transporte, espacio de vivienda, insumos para alimentación (siembra y crianza de ganado) y, en consecuencia, la ocupación y cambio de la cobertura y uso de suelo. En 2021, de acuerdo con el Banco Mundial, 56.6 por ciento de la población vivía en las grandes ciudades.
López Espinoza y su equipo se cuestionaron qué pasará en 40 años (en 2060), porque según el Consejo Nacional de Población, la cantidad de habitantes en la zona metropolitana del valle de México (ZM) continuará en aumento, en particular en el estado de México.
De seguir el crecimiento actual de la ZM, ésta alcanzaría 3 mil 622 kilómetros cuadrados, lo que implicaría la pérdida de pastos y agricultura de riego en 63 por ciento, y del 23 por ciento de zonas de agricultura; esto, además de la pérdida de 13 por ciento de matorrales, vegetación escasa, cuerpos de agua y bosques perennes, alertó la experta.