La elección de consejeros distritales de Morena, como primer escalón en el rediseño de la estructura de poder del partido hoy hegemónico, puede significar un mayor avance de grupos ajenos o contrarios al espíritu de la Regeneración Nacional, en una espiral, que ha sido imparable desde 2018, de apertura a oportunismos, cacicazgos y facciones que han nutrido electoralmente a la organización guinda.
Sábado y domingo próximos se realizarán en todo el país insólitas sesiones de partidismo instantáneo y descuajaringado: la agrupación más poderosa del país, que se supone sustenta una épica Cuarta Transformación de la nación, ni siquiera tiene un padrón aceptable de afiliados y, por ello, ofrecerá los cargos primarios de su pirámide, las consejerías distritales, a quienes tengan a bien asumirse como morenistas de último minuto, haigan sido como haigan sido en su historial político y cívico: lo importante será que decidan subirse hoy al tren triunfador, aunque ayer hubieran dinamitado las vías y arremetido contra sus ahora compañeros de viaje.
Un planteamiento electorero de esa índole convoca de manera natural a practicantes de artes de viejo cuño y, desde ahora, se denuncian los preparativos para acarreos, compra de votos y mañas varias del dinosaurismo clásico. Los militantes agrupados en una Convención Nacional Morenista, coordinada por John Ackerman, han señalado con puntualidad los vicios en curso y han convocado a organizar brigadas cazamapaches (https://bit.ly/3PFyiGz). Citlalli Hernández, secretaria general del comité nacional morenista, ha coincidido, significativamente, en cuanto a exhortar a los correligionarios a documentar acciones tramposas, bajo la oferta de que la directiva nacional descalificaría a quienes fueran pillados en faenas de fraude interno (https://bit.ly/3vee7ao).
Una característica impropia de los tiempos políticos que corren es la del mutismo impuesto a los militantes de antigua data o de sabatina o dominical aparición. Justo cuando el mundillo político se complace en tandas de discusión interminable y un partido como Morena parece más necesitado de preguntarse qué ha hecho con su capital social y hacia dónde va en este tramo difícil de cierre de sexenio y postulación de candidatura a la sucesión, las “convenciones” distritales sólo servirán para depositar el voto y sanseacabó: votas y te vas.
Aún cuando, a tropezones en su página de Internet (lo cual ya le ha acarreado y le acarreará impugnaciones judiciales, por subir y bajar listas a contentillo de la burocracia decisoria), la jefatura formal del partido ha acotado las posibilidades de que se les cuelen personajes demasiado impugnables (a la vez que incorpora a los favoritos de las facciones dominantes, sobre todo de los gobernadores guindas), resulta indefendible que de esos procesos sin deliberación alguna vayan a emerger los integrantes del Congreso Nacional de septiembre que tomará decisiones esenciales (algunas reformas estatutarias).
Lo aberrante de esas “convenciones” sin voz, sólo con voto, salta a la vista si se equipara con elegir diputados y senadores sin campañas previas, ni exposición de programas y compromisos, simplemente como un ejercicio de aritmética para que esos “representantes” luego fueran al Congreso de la Unión a proponer y defender lo que nunca antes se supo porque las “elecciones” se habrían hecho casi como corte de caja registradora.
El ejercicio tiene una lógica clara: sumar a quienes tengan “grupo”, dinero y capacidad logística para ganar próximos comicios. Así sucedió en 2018 y en 2021 en elecciones federales y en las varias estatales que ha habido entre 2018 y el presente año. La verdadera Regeneración Nacional puede esperar.
Y, mientras el Presidente de la República ha dicho, con el precandidato Ebrard a un lado en la mañanera, que pedir “piso parejo” en la elección de candidato presidencial 2024 es una forma de menosprecio al pueblo, ¡hasta mañana!
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