Buenos Aires. En un país crispado por las denuncias del oficialista Frente de Todos, la continuidad de los intentos de un golpe de Estado de la oposición y los grupos económicos, judiciales y mediáticos, la conmemoración del 70 aniversario de la muerte de Eva Duarte de Perón marcó un simbolismo especial.
Incluso la dirigencia, incluidos los gobernantes, llamó a “levantar su recuerdo” como bandera de lucha, convertida en un mito, en una leyenda que subsistió a todos los intentos por borrarla de la memoria del pueblo.
En 1944, cuando el entonces coronel Juan Domingo Perón era secretario de Trabajo y Previsión y enfrentaba al gobierno al cual pertenecía por su defensa de los trabajadores, hubo un terremoto en la andina provincia de San Juan, que dejó 10 mil muertos y cien mil habitantes sin vivienda, ante lo cual Perón llamó a la solidaridad.
En esos momentos Eva Duarte era un actriz de radionovelas y cine, después de una infancia muy dura de marginación en su pueblo natal, Los Toldos, provincia de Buenos Aires. A los 25 años comenzó una campaña de solidaridad con los damnificados de San Juan, lo que la llevó a conocer a Perón, logrando el apoyo de actores y sindicalistas.
La relación con Perón luchando codo a codo se transformó en amor. En 1945 Perón fue detenido por el gobierno de militares ultracatólicos. Desde la isla Martín García, adonde fue llevado, envió cartas a Eva, proponiéndole una vida en común, y mensajes políticos.
El 17 de octubre de 1945, una multitud encabezada por obreros caminó horas para llegar hasta la Casa Rosada, donde acamparon para esperar la libertad de Perón. Detrás de aquella marcha estaba la mano de Eva Duarte. Ahí nació el peronismo. Perón desafió a los militares casándose con Eva Duarte, quien se transformaría en Evita para una inmensa mayoría del pueblo argentino.
Lo más conocido en estos tiempos fue lo sucedido con el cadáver de Evita, fallecida por cáncer a los 33 años, cuando el golpe de Estado de 1955. De eso nadie hablaba, especialmente después que la llamada Revolución Libertadora (“fusiladora” como la nombró la mayoría popular) se robó el cuerpo embalsamado de Evita de la Confederación General del Trabajo. Lo sucedido con los restos fue rescatado por la literatura, en especial en Santa Evita, novela del escritor argentino Tomás Eloy Martínez, quien describió estos hechos surgidos de un dramático realismo mágico.
Los militares trasladaron el cadáver a Italia, y fue enterrado bajo el nombre de María Maggi de Magistri en el cementerio mayor de Milán.
Proscrito el peronismo, hasta el punto de no poder mencionar los nombres de Perón y Evita, desde entonces hasta 1973, sólo se logró avivar la llama de un movimiento que marcó a fuego al país.
La mágica historia sigue rondando hoy la memoria de Evita, la de de los cabecitas negras y los descamisados. Sus restos recorrieron muchos caminos hasta ser entregados a Perón en su exilio, en Madrid, en 1971. Ahora reposa en el cementerio de la Recoleta en esta capital, adonde sigue llegando el amor de un pueblo que nunca la olvidó.
Nota ampliada en @lajornadaonline: https://bit.ly/3PC5K0E