En el hotel de la vida todos somos extranjeros es el título del poemario escrito por Margarito Cuéllar (San Luis Potosí, 1956), en el que reúne poemas inspirados por los viajes y estancias que han marcado su vida.
Publicado en 2021 por Laberinto Ediciones y el Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, da cuenta de tres principales migraciones del poeta: de Ciudad del Maíz, San Luis Potosí, su tierra natal, hacia el norte de Tamaulipas, “durante un tiempo”, luego hacia Monterrey, Nuevo León, “estado que me adoptó y donde radico”, y un viaje que el autor realizó a la Ciudad de México, donde vivió por varios años.
“Son poemas que fueron escritos pasado un tiempo de esos viajes, no en el presente de esas estancias, sino cuando ese pasado ya está asimilado y la poesía permite revivir esas experiencias y geografías que he atravesado. Es un recuento que ahonda en la memoria”, explicó en entrevista con La Jornada.
Margarito Cuéllar recurre “a la metáfora y los símbolos, para hablar de la Ciudad de México y definirla como un monstruo, donde uno se tiene que convertir en un domador, pero no para matar a la ciudad, sino para poder sobrevivir en ella”.
En el hotel de la vida todos somos extranjeros incluye poemas que “me dieron la posibilidad de regresar a mis raíces, pues la ciudad te permite evocar a tus ancestros. La ciudad te permite retroceder y hacer memoria”.
Cuéllar ha escrito 19 libros en su trayectoria de más de 40 años de escritura.
El libro fue comentado por el editor Esteban Ascencio y el autor la noche del lunes en el Foro del Tejedor, en la colonia Roma, en un conversatorio donde se leyeron varios poemas, y en el que ambos, entre otras cuestiones, se refirieron al trabajo que implica escribir poesía, al momento en que el poeta sabe o piensa que ha terminado un poema.
“En los talleres con mis estudiantes, cuando les pregunto ‘¿cuál es el mejor amigo del escritor o poeta?’ Les respondo que el bote de basura”. La cuestión, explicó, es cuándo recurrir a ese amigo, lo cual es muy complicado después de haber dedicado varias horas a la escritura.
“Al principio, cuando se escribe un poema, aquello que el escritor considera poesía no lo es, son apuntes, balbuceos, trazos. Luego viene una toma de conciencia (lo que complica las cosas), se reflexiona sobre la palabra, sobre el hecho creativo, y se vuelve uno más exigente. Por eso decidir cuándo hacer uso del bote de basura es muy complicado. La mayoría de lo que se escribe va a ese contenedor. Si se llena, no queda más que seguir con disciplina, trabajo y resistencia.”
Margarito Cuéllar adelantó a La Jornada que en dos meses Laberinto Ediciones pondrá en circulación un libro de aforismos con el título Velocidad crítica, donde el poeta reflexiona sobre la humanidad, el pensamiento, la cultura, la escritura, la lectura, la poesía, la filosofía, la juventud y el tiempo.