Hace 47 años Michel Foucault publicó su ensayo Vigilar y castigar, sobre el control político y económico que se ejerce a nivel institucional en Occidente. De entonces a la fecha la vigilancia ha cambiado radicalmente con el apoyo de la tecnología.
El país mejor vigilado es China. Se calculan en calles, aeropuertos, terminales de trenes y en pequeñas poblaciones más de 400 millones de cámaras que detectan movimientos y registran a cada persona. Nada se escapa al control a través de cámaras y algoritmos, desde la organización de una manifestación hasta el ladrón de carteras. Por ello, cuando se camina por las calles de Shanghái o de Pekín la gente se siente protegida.
Pero no se crea que tan sólo en China hay una vigilancia estricta. Además de las cámaras en lugares públicos, los que contamos con una cuenta bancaria, un correo electrónico y un teléfono celular en México somos vigilados constantemente. Lo mismo sucede en Estados Unidos y cualquier visitante legal ya está registrado en su sistema. El mercado de la vigilancia crece como la espuma y representa miles de millones de dólares anuales.
Sin duda estos avances tecnológicos traen como resultado un mayor control y una invasión a la libertad y a la intimidad. En el caso de los impuestos, por ejemplo, ahora el SAT calcula en automático lo que cada quien debe pagar.
Estos avances también tienen repercusiones en la economía y las finanzas personales. Existe una intercomunicación entre los bancos y el gobierno para conocer qué compra cada persona a través de tarjetas y de celulares.
En diversos países desarrollados, antes de acudir a un banco, el demandante de recursos ya sabe cuánto puede solicitar, sin trámite adicional alguno. El sistema financiero calcula en forma automática cuál es el nivel de riesgo de cada individuo.
Ese mismo esquema comienza a replicarse en naciones como la nuestra a través de algoritmos y motores de búsqueda sobre el comportamiento y las finanzas personales y empresariales.
Desde la perspectiva de las libertades públicas y privadas la vigilancia es cada vez más invasiva; pero desde la perspectiva de los negocios, esta nueva realidad genera nuevas oportunidades de crecimiento porque los consumidores y emprendedores tienen mayor acceso al financiamiento. Para bien y para mal esta realidad ya es irreversible.