La famosísima Universidad Cantinflas presume a una de sus destacadas alumnas internacionales: la titular del Departamento del Tesoro estadunidense, Janet Yellen, quien recurrió a las avanzadas técnicas aprendidas en ese centro escolar en su intento por salir bien librada –algo que obviamente no logró– de varias entrevistas con medios de su país, siempre con la pregunta puntual de si el otrora “motor del mundo” está a punto de entrar en recesión.
Tras malabares de todo tipo, a la funcionaria no le quedó otro camino que cantinflear a diestra y siniestra: “el crecimiento económico de Estados Unidos se está desacelerando y existe el riesgo de una recesión, pero ésta no es inevitable, aunque no estoy diciendo que definitivamente la evitaremos; la recesión es una debilidad generalizada en la economía que ahora no la estamos viendo; nos encontramos en un periodo de transición, en el que el crecimiento se está desacelerando y eso es necesario y apropiado”. En síntesis, sí, pero no, aunque quién sabe. Lo único coherente que atinó a decir fue que la inflación en su país es “inaceptablemente alta”, la mayor en cuatro décadas.
Semanas atrás la directora-gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, advirtió que la desaceleración es un hecho, por lo que “estamos conscientes de que se está estrechando el camino para evitar una recesión en Estados Unidos y debemos reconocer la incertidumbre de la situación”, pero parece que la señora Yellen no prestó atención y de ahí su sí, pero no, aunque quién sabe. Mes y medio atrás, Yellen declaró: “sé que la gente está muy disgustada, pero no hay nada que sugiera que se esté gestando una recesión” en su país, pero a todas luces la realidad apunta hacia otra dirección, mientras la inflación carcome el poder adquisitivo de los consumidores. Y no es para que la comunidad de naciones se mofe de la cantinflesca “explicación” de la señora Yellen sobre la nada grata situación económica de Estados Unidos, porque el coletazo impactará en todas partes.
Algo sintomático es el resultado de una evaluación retomada por un medio británico. Dice así: “siete de cada 10 economistas en Estados Unidos creen que (la recesión) llegará este año o el próximo, según una encuesta reciente de Financial Times y la Universidad de Chicago Booth (a las que se les puede calificar de todo, menos de antineoliberales). El sondeo se realizó a principios de junio, antes de la última semana negra en las bolsas y la nueva alza de tasas de interés, por lo que es probable que esa proporción haya aumentado. Caer en una recesión tiene amargas consecuencias: el desplome de la inversión, el consumo y las transacciones provoca cierres de empresas, recortes, pérdidas masivas de empleo e imposibilidad para pagar deudas que pueden llevar a muchos a la bancarrota”.
Paralelamente, la BBC de Londres consultó a “desatacados especialistas” sobre la posibilidad de que la economía estadunidense (y la mundial) caiga en recesión “un futuro cercano”. Los entrevistados coincidieron en que existe “una probabilidad sustancial, aproximadamente de 65 por ciento, que se dé a comienzos de 2023; estaremos frente a un proceso recesivo importante tanto en Europa como en Estados Unidos, y no será por la pandemia, sus interrupciones en las cadenas de abastecimiento, la invasión rusa de Ucrania, la escasez de alimentos ni el encarecimiento de la energía. Será básicamente debido al proceso de auge ficticio impulsado por los gobiernos mediante una formidable expansión monetaria que llegará a su fin. El boom se terminará y sobrevendrá la depresión”. Ante ese triste panorama, hoy el FMI divulgará su “actualización de las perspectivas de la economía mundial” para 2022. De entrada, ya se ve el brillo de las tijeras, pero mientras se conoce la proporción del recorte, no hay que perder de vista que la participación de China en la deuda estadunidense (segundo tenedor mundial de bonos de ese país) “ha caído a su nivel más bajo en 12 años”, y descontando.
Las rebanadas del pastel
Dice el presidente López Obrador: “desde la Ciudad de México y diversos puntos del país hay seudoambientalistas financiados por el gobierno estadunidense y son los que promueven los amparos por el Tren Maya”. ¿Quién? “Un grupo mafioso opositor, encabezado por Claudio X. González, José Ramón Cossío, ex ministro de la Suprema Corte, María Amparo Casar, de Mexicanos contra la Corrupción” y otros de la misma calaña.