Bucamaranga. Cuando todo era fiesta, ellas pusieron sus brazos en alto y apretaron los puños en señal de protesta. En plena Copa América, las jugadoras de Colombia reclamaron más apoyo para el futbol femenino.
Apenas comenzaba el torneo, el 8 de julio en el estadio Pascual Guerrero de Cali, y las jugadoras ya tenían un motivo para inconformarse. Un día antes, la Dimayor, ente rector del futbol colombiano, canceló la liga femenil por dificultades económicas.
Tres semanas después, a punto de disputar, hoy, las semifinales de la Copa ante Argentina, el panorama es de “verdad triste; falta planificación, organización y apoyo”, dijo la defensa Daniela Arias.
Sus compañeras ya habían hecho eco de sus quejas en sus redes sociales: “Nos faltan garantías, nos unimos con la ilusión del trabajo en equipo, de la equidad en las condiciones de trabajo y competencia”, reclamaron al unísono.
Once de las 23 jugadoras de Colombia deberán buscar empleo al término de la Copa. El balde de agua fría no sólo cae sobre las anfitrionas, entre las 10 selecciones hay 14 jugadoras que pertenecen a clubes en ese país.
La lucha de las mujeres contra la falta de apoyo en el futbol de la nación sudamericana≠ tiene antecedentes desde hace años. En 2017 se disputó la primera liga femenil y, desde entonces, se ha jugado todos los años por sólo unos cuantos meses.
Las protagonistas y el gremio de la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales (Acolfutpro) se quejan de la escasa duración del campeonato, que hace “imposible” la profesionalización. Además, la mayoría de las jugadoras firman un contrato por 107 días, mientras otras deben migrar.
Cancelar la liga demuestra “la realidad de cómo se han hecho las cosas con el deporte femenino; es dar un paso hacia atrás”, manifestó la jugadora Gabriela Huerta, ex elemento de Santa Fe.