Al destacar los impactos tanto ambientales como sociales y económicos que tiene la extracción de litio, Aleida Azamar Alonso, académica investigadora del Departamento de Producción Económica de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) unidad Xochimilco, advierte que sólo por la extracción de cada tonelada de sales de litio “se evaporan 2 millones de litros de agua”, y en los lugares donde existe este mineral también hay un índice más alto de estrés hídrico.
En el libro Minería en México: panorama social, ambiental y economía, coeditado por la Secretaría de Medioambiente y Recursos Naturales y la UAM Xochimilco, presentado el viernes pasado, expone que la transformación territorial de las zonas donde se extrae litio además afecta a las especies locales debido al desmonte y creación de estructuras.
Argumenta que la concesión para Bacadéhuachi, en Sonora, ocupa 100 mil hectáreas, con posibilidad de crecer, y aunque no todo el espacio donde está la mina se utiliza o se modifica, está sujeta a tener impactos y transformaciones en caso de considerarse necesario.
Sobre la dimensión social, en su texto titulado “Litio en México: verdades y mentiras”, Azamar Alonso explica que al igual que otros procesos mineros, la extracción de este mineral “requiere mucha mano de obra para los aspectos más dañinos y breves del trabajo”, como la extracción de los desechos, “que generalmente lo realiza la población de las comunidades cercanas”. Pero en las etapas más avanzadas “se busca personal especializado que por lo común es de otras regiones del país o del mundo”.
Respecto al impacto económico, subraya que “en muy pocos lugares donde se llevan a cabo proyectos extractivos mineros en América Latina hay beneficio económico derivado de estas actividades”. Por el contrario, “la población tiene mayor riesgo de caer en la pobreza”, ya que dichos planes no son de largo plazo y es muy poco lo que destinan las empresas a la inversión social.