En 2009 La Jornada publicó el testimonio del fotógrafo Rodrigo Moya, quien realizó un estudio fotográfico a la actriz Meche Carreño para la revista Sucesos en 1964. Aquí presentamos un extracto del texto
Después de que Meche Carreño se volvió blanco de los fotógrafos de la época, ella accedió posar para la revista Sucesos, en la que yo colaboraba… Nos reunimos una mañana para la sesión fotográfica. Mi idea no era repetir la foto con los pechos al aire, sino lograr una imagen menos desnuda, pero más provocativa. La propia Meche eligió un baby doll, aquél camisoncito de dormir sedoso y corto, una cuarta abajo de la cadera, combinado con un calzoncillo igualmente ligero y holgado… Luego cambió el volátil baby doll por un extraño vestido tejido por su amorosa madre. Era una especie de red de pescador que le ceñía brazos y piernas, con las copas y el bikini trenzado entre la misma malla de red. Era fácil fotografiarla. Se plegaba a cualquier sugerencia o ella misma proponía acciones y lugares. Era un juego placentero y creativo para ambos.
Cuando un día le llevé de regalo las fotos, quedamos de hacer otra sesión más atrevida. La ocurrencia era fotografiarla desnuda sobre una caballo, parodiando la historia de Lady Godiva. Se entusiasmó, y semanas después emprenderíamos la sesión en otra ex hacienda por las laderas del Iztaccíhuatl. Había caballos, bosques, campo abierto, pajonales y un viejo caporal. Existían las condiciones para trepar a Meche sobre un caballo, pelo contra pelo, y fotografiarla como si fuera aquella reina medieval que fue obligada por el celoso rey, su esposo, a cabalgar desnuda ante su pueblo, que prefirió darle la espalda para no deslumbrarse, o no pecar con la imaginación, según la leyenda. El vestuario esta vez era un bikini confeccionado por su mamá, con tela imitación piel de tigre… Nos aproximamos al anciano y al caballo ya listo. La toma era delicada y el hombre tranquilizaba al equino. Meche se quitó el porta busto y empezaba a despojarse del bikini, cuando el caballerango la vio en todo su esplendor. Entonces ya no fueron ujujuyes, sino verdaderos alaridos, al tiempo que doblaba el cuerpo hacia atrás, abría las piernas, y se llevaba las manos a las ingles sin dejar de gritar. El caballo se encabritó y Meche se asustó. Pero había que hacer la foto, programada para portada de la revista Sucesos.
Más preocupado por la monta precaria de Meche y la lujuria del ardiente caporal, que por el proyecto Lady Godiva, apenas pude tomar unas placas en color y dos o tres en blanco y negro. Por eso Mercedes Carreño se ve un poco tensa y asustada sobre las ancas de un caballo estático, y mira al fotógrafo como diciendo ¡bájame de aquí!