Moscú. La “operación militar especial” que Rusia lleva a cabo en Ucrania, casi cinco meses después de iniciada empieza a sentirse en los bolsillos de los rusos y, como en cualquier país capitalista, afecta más a quien menos tiene.
Los precios de los comestibles en los supermercados ilustran la polarización de la sociedad rusa. Visitar cualquiera de estos establecimientos permite ver el mismo panorama: los carritos semivacíos de los jubilados, con su pensión de 8 mil 500 pesos, de los cuales mil 230 son un “extra social” que concede la alcaldía por vivir en Moscú; los que están medio llenos, de los afortunados que cobran al menos 42 mil pesos, el salario promedio en la capital, y los repletos de la minoría de privilegiados, cuyos ingresos, casi nunca legales, no tienen límite.
Natalia Rogova, jubilada que toda su vida se dedicó a enseñar geografía en una escuela secundaria, se lamenta: “Ahora todo es más caro y he tenido que dejar de comprar muchas cosas que me gustaban, pierdo mucho tiempo en buscar las ofertas”.
Según el Servicio Federal Antimonopolios (FAS), dependencia que, entre otras funciones, vela por que los precios no se disparen de modo arbitrario, el de los alimentos de la canasta básica no debe crecer más de 5 por ciento este año.
La realidad muestra esto: antes del 24 de febrero, cuando comenzaron las hostilidades del otro lado de la frontera eslava, el kilo de papas, en promedio, costaba 11 pesos, ahora 17 (34 por ciento más); el kilo de arroz, 32 pesos, ahora 35 (8 por ciento más); el kilo de harina, 18 pesos, ahora 20 (11 por ciento más); una barra de pan, 13 pesos, ahora 13.74 (uno por ciento más); huevo (decena), 27 pesos, ahora 29 (5 por ciento más); un litro de leche, 21 pesos, ahora 26 (19 por ciento más); un kilo de carne de res, 160 pesos, ahora 174 (8 por ciento más), y un kilo de carne de puerco, 154 pesos, ahora 170 (9 por ciento más).
De tal modo, sólo el pan y el huevo no han superado el 5 por ciento de incremento que vaticinó el FAS.
Serguei Mijailov –ingeniero que conserva un salario de 70 mil pesos, pero está preocupado por la posibilidad de perder el trabajo porque no llegan los componentes foráneos que necesita su empresa– sostiene que ya no puede darse el lujo de comprar todo lo que no entra en la canasta básica.
“Hace tiempo que no me atrevo, por ejemplo, a comprar un vino importado (los regulares que quedan, en promedio, subieron de 400 a 900 pesos la pieza) o una botella de ginebra, cuando se encuentra (que ahora se vende por unos mil o mil 200 pesos, cuando su precio real no debe pasar un máximo de 400 pesos).”
En el otro extremo, el de la opulencia, están los que siguen yendo a los espacios de moda en el centro de Moscú y dejan, en uno de sus restaurantes de alta gastronomía, casi la pensión de Natalia Rogova, y eso si no piden una champaña cara.
El Ministerio de Industria y Comercio está estudiando la conveniencia de quitar el IVA a los alimentos básicos, que aquí se denominan de “importancia social”, como el pan o la leche.
El economista Vitali Kaluguin cree que, en efecto, esta medida podría bajar los precios de los productores, pero no está seguro de que al llegar a los anaqueles de las tiendas el consumidor pague menos.
Pone de ejemplo: “Si la leche se vende, por decir algo, a 36 pesos por litro, el ganadero recibe sólo 18 pesos, ¿y quién –se pregunta– va a poder controlar el sobreprecio que imponen las tiendas? Puedes quitar el IVA y los comestibles costarán lo mismo o más”, sostiene.
El Banco de Rusia, en junio anterior, pronosticó que este año la inflación será del orden de 14-17 por ciento, pero el martes de esta semana instó a sus compatriotas a prepararse para resistir este otoño que anticipa muy difícil, cuando prevé que, si no hay un alto el fuego en Ucrania, la calma actual se vuelva tempestad.
“Muchos tendrán que alimentarse con lo que produzcan en verano sus dachas (pequeñas parcelas en las afueras de las ciudades), comprar los comestibles y artículos más baratos y de peor calidad, y confiar en que bajen los precios”, advierten los expertos del banco central.
.
La artillería rusa bombardeó Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania, alcanzando un mercado, una mezquita y un centro médico en el 149º día de la invasión. Infografía Graphic News.