Ciudad de México. No sólo es el acto de dormir el que produce ensoñaciones útiles para la creación artística, sino en cierto estado de vigilia pueden aparecer las palabras de un lenguaje nuevo, los sonidos de otro mundo y la percusión de objetos totalmente dislocados de su utilidad cotidiana. Pero eso no ha sido problema para Arturo Nicolás Romo Pérez y José Álvarez, quienes reunieron sus capacidades como “no músicos” a fin de crear el proyecto Oxomaxoma, al coincidir en el Colegio de Bachilleres, en 1976.
El nombre del grupo de experimentación acústica, que linda lo mismo con la música contemporánea que con el rock industrial, electrónico, progresivo o incluso de oposición –aunque se opongan– le fue sugerido a Álvarez –quien ha utilizado los nombres artísticos de Joseph D’Large o Priap– en un “proceso de duermevela, cuando el subconsciente se encuentra en la línea que divide el estar despierto y dormido, en el punto donde crees que el tiempo se extiende, pero en realidad sólo son algunos segundos. En ese estado onírico fue donde llegó a mi mente la palabra Oxomaxoma”.
Fue entonces cuando Arturo Romo, el otro miembro permanente y fundador de la agrupación, lo definió con una frase misteriosa: “En busca de un significado perdido”. Los sueños no sólo les han inspirado los títulos de las piezas, sino también los objetos que utilizan para extraerles sonoridades.
Onda corta y frecuencia ultra alta
Recordó uno en particular: visitaba un local en el que se vendían objetos extraños, pero que siempre encontraba cerrado. Se llamaba Detrefram1928, que sirvió para bautizar a la fusión de un radio de onda corta y una televisión de frecuencia ultra alta (o UHF).
“El ruido blanco que emitía la televisión al cruzarse con el del radio, cuando se manipulaban sus antenas metálicas, era un sonido similar al de un theremín, pero más bizarro. Lamentablemente, con la transición digital, dichos aparatos ya no pueden producir esas ondas hertzianas que tanto nos emocionaron”, sostiene el cantante.
Para celebrar su primera presentación pública, ocurrida en febrero de 1980 en la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Azcapotzalco (UAM-A), ofrecerán un recorrido por sus múltiples formaciones musicales por las cuales ha transitado medio centenar de músicos provenientes tanto del conservatorio como del free jazz, del electrónico y del industrial, del rock progresivo o en oposición, siempre desde la pura independencia; se trata de Víctor Méndez, Octavio Patiño Blu, Germán e Iván Bringas, Marcos Miranda, Víctor Rodríguez, Humberto Álvarez, Ramiro Ramírez, Armando Velasco, Rolando Chía, Concepción Huerta, Gibrana Cervantes, Eduardo Greenleg, Sarmen Almon y Dimitri Berzerk, entre otros.
Además, está programada una mesa redonda con los periodistas David Cortés, Pepe Návar y Mario Alquisira y Ruin Andrade.
Estas actividades son parte de las jornadas Oxomaxoma 1980-2022/ Una retrospectiva sonora, que se realizan en el Multiforo Cultural Alicia.
Trombatrón y otros objetos
La palabra Oxomaxoma es sinónimo, además, de riesgo y atrevimiento. Para comprobarlo, basta la descripción de un par de los instrumentos emblemáticos en su historia. El primero es el trombatrón –el único que sigue funcionando–, un transformador –o dimmer– de energía eléctrica de finales del siglo XIX que Romo rescató de la Escuela de Medicina, antiguo Palacio de la Inquisición. Es una gruesa madera de encino con una placa metálica empotrada con anchos resortes metálicos y una palanca que regulaba el voltaje, que percute lo mismo con mangos de martillo que con finas baquetas de xilófono o que frota con brea.
Otro instrumento que empleaban era el yelogerlizet o mezáfono, creado por el compositor, escritor y médico Arturo Meza. Es una pequeña mesa con un compartimiento en la parte superior al que se le montaron dos resortes anchos, lo mismo que a sus patas, así como parrillas de estufa a los lados, que se percutía, frotaba o tocaba con un arco de violín, “produciendo sonidos metálicos muy profundos, aunque actualmente desconocemos el paradero de este maravilloso objeto sonoro”, cuenta Álvarez.
Aún no se enlista un antiguo teclado con un rústico micrófono para sampleos, recipientes de champú y detergentes vacíos, alambres y tuercas, saxofones y clarinetes, guitarras eléctricas y acústicas, sintetizadores, además de una exploración vocal y lingüística sui géneris.
Con una decena de producciones discográficas, entre las que destacan En el nombre sea de Dios (1990), Un difunto lleno de vida (1994), Sin boca con los ojos negros (1997), Espíritus en rojo (2002), Con ojos de fuego (2015) y Designios (2020), además de la participación en una veintena de recopilaciones como Los valses de Alejandra (1988), Ruido rojo (1993), Pangea 2 (2000) o recientemente 15 Lost Tunes of Latin America (The Wire: Adventures in Modern Music, 2022), Oxomaxoma se definió originalmente como “en busca de un significado perdido” y actualmente se presenta como un “laboratorio para la desocultación sonora de la patamúsica”.
Al final, su característica permanente es la mutación, para no sólo sorprender a la gente, sino a ellos mismos, “con resultados impredecibles”, manteniendo como rasgos esenciales “lo distinto aunado al concepto de lo bizarro, rematando con mucho sentido del humor”, añade el músico.
“Fuimos cambiando de acuerdo con la instrumentación que se ponía ante nosotros: si eran los objetos sonoros, nos remitían a ritmos iniciáticos, danzas y concilios de mucha fuerza emocional, y si era una instrumentación convencional, la mezcla del lenguaje musical con lo experimental resultaba muy sorprendente, pues contrastaba a la perfección con la anarquía sonora que profesamos en el momento de cada sesión”, finaliza.
La cita es en el Multiforo Alicia, localizado en avenida Cuauhtémoc 91-A, colonia Roma, hoy y mañana.