Con el verano boreal –época tradicional de vacaciones y despreocupación en la mayor parte de los países europeos y muchos otros– se fortaleció la tendencia a ver la pandemia como asunto sustancialmente superado y a llevar adelante, hasta completarlo, el retiro de las medidas preventivas, incluidas las más elementales, como se señaló hace dos semanas en este espacio. Las estadísticas de la OMS y las declaraciones de sus dirigentes trazan un panorama difícilmente compatible con el que justificaría ese tipo de acciones y actitudes. En el mes al 18 de julio, en medio de una oleada de calor que ha marcado temperaturas récord en muchas localidades de Europa del sur y central, los nuevos contagios diarios de covid-19 se multiplicaron de 0.3 a 1.2 millones, en tanto los decesos diarios aumentaron de 554 a mil 981. En esa fecha, en Ginebra, volvió a reunirse el Comité de Emergencias de la Organización y declaró que covid-19 sigue siendo “una emergencia de salud pública de preocupación internacional”.
Los múltiples motivos de preocupación global –que se han acumulado en los últimos meses, tanto sanitarios como geopolíticos– hacen necesario reiterar, como lo hace Peter D. Goodman en el New York Times (16 de junio), que “en la raíz de esta tormenta hay una fuerza tan elemental que casi ha dejado de aludirse. Esa fuerza está lejos de haberse agotado y enfrenta a los responsables de política con graves incertidumbres. Las herramientas de política usuales permiten hacer frente a las contracciones típicas, no a una inusual combinación de crecimiento económico más débil y precios explosivos”. El alza reiterada del rédito, con que suele responderse, destruye empleos, sacude a los mercados financieros y trae de vuelta el fantasma de las crisis de deuda en el mundo en desarrollo y en algunas economías de ingreso medio-alto. “Desde que se inició esta catástrofe de salud pública hace más de dos años, ha sido evidente que la mayor amenaza a la economía es la pandemia misma. Aunque los responsables de política subrayen ahora la inflación, la desnutrición, la recesión y una guerra que parece no tener fin, ese truismo sigue siendo válido.”
En una coyuntura con estos rasgos, la atención se concentró también en otras cuestiones de largo plazo, derivadas de la pandemia en forma directa o indirecta. Por ejemplo, se dieron a conocer estudios que muestran que en gran parte del mundo, en especial en las naciones empobrecidas, la disrupción originada en la pandemia de los patrones normales de vacunación provocará, en los próximos decenios, el brote o la reaparición de diferentes dolencias, algunas de las cuales se consideraban erradicadas.
También a mediados de julio, la OMS y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) divulgaron información que muestra que, entre 2019 y 2021, se contrajo 5 por ciento, para situarse en 81 por ciento, la proporción de población infantil que recibió tres dosis de la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tosferina (DTP3). En otras palabras, los infantes no vacunados pasaron de 19 millones en 2019, a 23 millones al año siguiente, para llegar a 25 millones en 2021. Al respecto, una alta funcionaria del Unicef declaró: “La salud de la infancia corre grave peligro. Estamos asistiendo al mayor descenso sostenido de la vacunación de la infancia en una generación. Las consecuencias se medirán en vidas”. Y agregó: “Aunque el año pasado esperábamos sufrir una resaca de la pandemia como resultado de las interrupciones y los aislamientos provocados por el covid-19, lo que estamos presenciando ahora es un descenso continuado. La pandemia no es una excusa. Necesitamos que millones de niños reciban las vacunas que les faltan; de lo contrario, seremos testigos inevitables de más brotes, más niños enfermos y más presión sobre sistemas de salud que ya están saturados”.
Informaciones como esta muestran con toda claridad que, aun consiguiendo que el covid-19 sea asunto del pasado, lo que algunos consideran que ya ocurrió, sus consecuencias y secuelas seguirán presentes por años, lustros y quizá decenios. Al advertir que el descenso histórico en las tasas de vacunación se advierte también otras vacunas (sarampión, poliomielitis, neumonía y diarrea), el director general de la OMS señaló que “los planes relacionados con el covid-19… deben ir de la mano de la vacunación contra otras enfermedades… No es una cuestión de elegir entre una u otra: se pueden hacer ambas cosas”.
De seis recomendaciones de política formuladas por las dos instituciones, destacan las siguientes:
“Velar por que la preparación y la respuesta a la pandemia y los esfuerzos de fortalecimiento de la arquitectura mundial de la salud generen inversiones en los servicios de atención primaria de la salud, y que se destinen ayudas explícitas a mejorar y mantener las vacunaciones esenciales.
“Garantizar el compromiso político de los gobiernos nacionales y aumentar la asignación de recursos nacionales para fortalecer y mantener la inmunización en el marco de la atención primaria de la salud.”