Cuba debe aprender a vivir, avanzar y desarrollarse bajo los rigores de la guerra de cuarta generación –o híbrida– con que Estados Unidos la hostiga sistemáticamente. Ese es el enfoque que se desprende al observar la incansable actividad que despliegan hoy el gobierno, el Partido Comunista y el sistema institucional cubano en todas las esferas de la actividad económica, política, social y cultural. Además de batallar por recuperar y transformar su economía, la isla, por poner un par de ejemplos de gran relieve, está enfrascada en dos tremendos desafíos políticos y legislativos: el debate sobre el código de las familias –ya en proceso de aprobación en la Asamblea Nacional del Poder Popular, después de recibir sustanciales modificaciones en asambleas populares– y la nueva ley de comunicación, dos instrumentos que tienden a ahondar la vibrante democracia cubana. Justamente, el miércoles, día en que la comisión parlamentaria discutía el dictamen del mencionado código, el presidente Miguel Díaz-Canel llamaba, en la comisión económica, a profundizar la democracia cubana ante la asfixia económica y los planes subversivos de EU. Se habla de la derrotada intentona imperialista y contrarrevolucionaria del 11-J, pero es que todos los días el pueblo cubano debe enfrentar numerosas manifestaciones de hostilidad, tanto en el orden económico, político y diplomático como en el de la batalla cultural-comunicacional. Vale reiterarlo, hasta ahora es muy poco lo que el presidente Joseph Biden ha cambiado de las 243 medidas añadidas por Donald Trump para reforzar el bloqueo. Su gobierno anunció el restablecimiento de las remesas familiares y una mayor entrega de visas, pero hasta hoy no lo ha implementado. Sin embargo, sí daba a conocer antier mismo el gris secretario de Estado Anthony Blinken la inclusión de Cuba en la lista negra de países que no tienen un buen desempeño en la trata de personas. Es una mentira mayúscula, que identifica como “trata” la prestigiosa cooperación médica cubana.
Con el propósito de entender en qué consiste la guerra de cuarta generación, o guerra híbrida, aplicada a Cuba, vuelvo brevemente sobre mi entrega de la semana anterior. Allí resumí distintas formas de agresión aplicadas por Estados Unidos (EU) contra Cuba desde 1959, año del triunfo revolucionario. Intenté encuadrar históricamente los desórdenes sociales provocados en la isla el 11 de julio de 2021 y explicar la combinación de factores causantes de irritación que se reunió para propiciarlos. Algunos, como la pandemia y el confinamiento, una realidad objetiva. Otros –los más– deliberados, como el cruel ensañamiento con que el gobierno de Donald Trump buscó intensificar durante la pandemia las estrecheces y carencias ocasionadas por el bloqueo para infligir el máximo grado de dolor y desesperación en el pueblo cubano. Todo ello combinado con una embestida feroz en las redes sociales y en los medios convencionales.
A partir de su prolongada experiencia de guerras de agresión, campañas de hostilidad y golpes de Estado contra pueblos y gobiernos, incluyendo los de la primera guerra fría contra la URSS, EU fue modificando su doctrina militar adecuándola también a su desarrollo científico y tecnológico y a los avances y aprendizajes de los que considera sus enemigos. Es decir, los movimientos y gobiernos revolucionarios, progresistas, o también, los que no se subordinan a los dictados del imperio. La guerra de cuarta generación es la combinación de la asfixia económica, financiera y comercial, con la que apuesta por la división del pueblo cubano. Es el uso de las redes digitales, de los medios digitales creados con ese fin y de los convencionales, para sembrar en Cuba el odio y la violencia, no importan las mentiras y calumnias de que se valga. Es también el reiterado pedido a la intervención militar de EU por los más facinerosos voceros de la contrarrevolución. Es la millonada de dinero del contribuyente estadunidense con que se sostienen las mencionadas campañas de medios y se paga a la quinta columna mercenaria dentro de la isla. En el colmo del delirio, han llegado a usar la consigna revolución, entendiendo como tal el desencadenamiento del caos y el desorden social en Cuba. Todo les parece poco para precipitar el ansiado día del final “del comunismo”. No fue el 11-J de 2021, ni el 15-N y tampoco pasó nada el pasado 11-J. La Habana, muy tranquila.
No importa. Cuatro días después ya estaban montando una operación en la red Twitter, denunció la Unión de Periodistas de Cuba, cuyos analistas encontraron 8 mil 190 usuarios, en su inmensa mayoría ubicados fuera de Cuba, que han generado 27 mil 301 interacciones en los últimos días, en las que, con la mayor impunidad, llaman a la violencia callejera en la isla. Es obvio que ninguna de esas cuentas será cerrada por Twitter, como han hecho a muchos usuarios que defienden la revolución.
Twitter: @aguerraguerra