Siglos van y siglos vienen, pero el ser humano sigue siendo el mismo, “sólo cambia la forma que tiene para presentar sus grandes pasiones”, expresa el artista Darío Escobar (Ciudad de Guatemala, 1971). Bajo este precepto, una selección de 32 piezas del arquitecto, escultor y pintor radicado en México, que abarcan de 1998 a 2022, “conversa” por medio de analogías y correspondencias, con pinturas de la colección virreinal del Museo Nacional de Arte (Munal).
La palabra es de plata, el silencio de oro es una exposición que pone en diálogo el acervo de los siglos XVII y XVIII del recinto con el arte contemporáneo, cuyo objetivo es “explorar los puntos de referencia entre ambas estructuras”, señala Escobar en entrevista.
Una “nube hecha con balones de futbol blancos” hace eco del elemento pictórico conocido como “rompimiento de gloria” –momento en que el cielo se abre y lo divino se conecta con lo terrenal–, encontrado en un par de cuadros de Baltasar de Echave Orio (1548-1620).
Escobar trabajó la selección de piezas con el curador independiente Michel Blanscubé; después el equipo curatorial del Munal, encabezado por Héctor Palhares, hizo las conexiones con la colección.
La obra de Escobar gira en torno a “esta conversación con la historia del arte desde lo cotidiano, es decir, a partir de todos estos elementos que están alrededor y que son imperceptibles para nosotros porque, al final, el arte tiene la habilidad de devolver la mirada hacia situaciones que de otra manera no las hubiéramos visto”.
En otra sala, el punto de partida es la serpiente Quetzalcóatl (2002). El origien de esta pieza, realizada con caucho vulcanizado, acero y bronce, surgió mientras Escobar veía “el solsticio de primavera en Chichén Itzá y el momento en que se forma la serpiente por medio de las sombras en toda la escalinata del templo. Me dio la sensación de que tenía que repensar la escultura. La idea de la pieza es que se expande, lo que nos recuerda su movimiento sigiloso al bajar la escalera”. Esta instalación alude a las cosmogonías prehispánicas y los reptiles apocalípticos de las pinturas de Baltasar de Echave Ibía y Alonso López de Herrera.
Más adelante, un vaso desechable de una conocida cadena de comida rápida, dorado con una técnica del siglo XVII, se convierte en el “nuevo cáliz”. “Siempre me interesó este diálogo abierto con la historia del arte, desde Centroamérica, por eso quise contraponer, sobre la mesa, cómo se define la alta cultura hoy. Cómo se componen estos elementos y en función de qué. Me interesaba la manera en que la subcultura contemporánea sacraliza la basura que, en lugar de terminar en un bote, es llevada a un proceso casi religioso de santificación”.
Para Escobar, “no se puede juzgar tanto al ser humano por lo que produce, sino por lo que desecha, pues en el desecho está el ejercicio más potente del consumo. En este proceso me interesa cuestionar los valores actuales y empezar a ver estos desplazamientos que hemos tenido en relación con la fe y el control. Las sociedades siguen siendo completamente coloniales; ahora McDonald’s o Burger King se encargan de controlar nuestros hábitos”.
Crashes (Choques), instalación integrada por 14 defensas chocadas y vueltas a cromar, se refieren a “accidentes reales” que contrastan con pinturas alusivas a “todos los mártires de la Iglesia”, expuestas en la sala dedicada a José Juárez, pintor del siglo XVII.
De acuerdo con el entrevistado, las defensas que consiguió en varios deshuesaderos son “una escultura en mármol. El artista golpea la piedra para dar la forma; en tanto, con las defensas el destino se encargó de golpearlas. Me pareció que había una conexión más poética y una complexidad de sensibilidades en todo esto”.
La palabra es de plata, el silencio de oro permanecerá hasta el 25 de septiembre en el Museo Nacional de Arte, Tacuba 8, Centro Histórico, y forma parte de los festejos por el 40 aniversario del recinto.