La Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), rindió un homenaje al museógrafo Miguel Ángel Fernández Villar, fallecido el pasado 12 de julio a los 78 años. Con un largo aplauso por parte de colegas, amigos y familiares, sus cenizas fueron recibidas en el auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología, donde se realizó la ceremonia.
“Mi padre se marchó lleno de tranquilidad y plenitud”, dijo su hija Carla Fernández al recordar la trayectoria profesional del también escritor e historiador que “vivió para los museos de México, tanto que durante mi primera infancia mandaron llamar a mis padres al kínder porque yo aseguraba vivir en el museo del Castillo de Chapultepec. Al llegar a la cita, ambos asintieron, porque mi papá era entonces el director de dicho museo y yo consideraba que esa era mi casa, no creo haberme equivocado: los museos y zonas arqueológicas de México eran y seguirán siendo parte de nuestra historia familiar”.
Añadió que su padre, a través de las exposiciones que organizó “mostró la grandeza de las civilizaciones precolombinas, así como la del México colonial e independiente. Vivió para la inconmensurable calidad estética y cultural del arte de nuestro país.
“Como intelectual encontró su voz y expresión en el diseño de exposiciones. Fue dueño de una visión sumamente sensible, heterogénea y actual. Presentó a Isis junto a la serpiente emplumada y gracias a él muchas personas pudieron conocer a los fenicios, los guerreros de Sian, los griegos y los clásicos del Renacimiento en los museos de México.
“También llevó nuestra cultura al extranjero, posibilitando que México recuperara todo aquello que le era propio. Nos otorgó la confianza necesaria para reconocer a nuestro país como una de las culturas más avanzadas, refinadas y complejas del mundo, dueña de un arte tan único como cósmico.
“Una de mis exposiciones favoritas fue Dioses del México antiguo. En esta exhibición, la complejidad y vigencia del panteón mesoamericano se mostraba con todo su esplendor, evidenciándose su enorme respeto hacia la naturaleza y la importancia de las diosas femeninas.
“Papá estudió el pasado para proporcionarnos la forma de entender el presente y mejorar el futuro. Decía que hay que aprender de los mejores y, para él, el arte mexicano era el mejor de todos. Fue autor de más de 20 libros y murió escribiendo sobre el origen de los museos, tenía el deseo de interesar a los más jóvenes en la historia antigua para que así ellos la trajeran al mundo de los vivos. Compartió el afán de todos los museos: ser un recinto donde las ideas se comparten, siembran y crecen”, expresó Carla Fernández.
El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma afirmó que su amigo Miguel Ángel Fernández Villar “supo con maestría, cultura, conocimiento y con una sensibilidad que llevaba a flor de piel, conocer el lenguaje de lo que estaba en sus manos para mostrarlo ante personas anónimas que así podían entender el mensaje de que eran portadores”.
Detalló que trabajó con él en varios proyectos, uno de ellos fue en el Museo del Templo Mayor, donde a Miguel Ángel le correspondió “dar el soplo de vida a los objetos producto de la excavación arqueológica”.
Fernández Villar decía que “los buenos museos son los que se hacen de adentro hacia afuera, donde se ha reflexionado a fondo sobre sus contenidos antes de edificar sus contenedores”, citó Matos y añadió: “El dicho se cumplió a cabalidad”.
En el homenaje también participaron Diego Prieto, director del INAH, Teresa Franco, Miguel Fernández Félix, José Enrique Ortiz Lanz, Salvador Rueda Smithers y la titular de la SC, Alejandra Frausto, quienes hicieron guardia de honor ante la urna con las cenizas del museógrafo.